En serio, nos parece que ahora mismo, con todo el tinglado del autobús transfóbico, es el momento de recuperar las enseñanzas de las memorias de La Veneno.
Por mucho que viera la luz hace ya algunos meses, nos parece muy oportuno publicar nuestra reseña del libro de La Veneno precisamente en este momento, justo en el momento en el que el abominable autobús transfóbico de la (igualmente abominable) organización @hazteoir, que está recorriendo las escuelas de Madrid y que atenta contra los derechos humanos.
«¡Digo! Ni Puta Ni Santa» (2016) recoge las memorias de Cristina Ortiz, entrevistada por la periodista Valeria Vegas, en las que describe su infancia llena de vejaciones y desprecio por parte de su familia y vecinos, su traslado a Madrid y su posterior transformación en mujer, las noches en la calle como prostituta, los días de vino y rosas que vinieron con la fama y su bajada a los infiernos. También habla de cirugías, amistades, hombres, famosos y muchos líos.
El libro, autoeditado y con una edición muy currada, se abre con un precioso prólogo de Paco Bezerra en el que analiza esa figura mítica objeto de deseo que ella encarnó sin tan siquiera saberlo. La admiración y rechazo que produce la ‘mujer maligna’, aquella que eclipsa a los hombres, la que es deseada por los mismos que la repudian a plena luz del día.
La Veneno, lenguaraz y espontánea, relata la vida que le ha tocado vivir con sencillez pero sin pelos en la lengua, con una frivolidad casi naïve, con esa manera de pasar por el mundo leve y ligera. Una actitud vital que le sirve de arma para rebelarse contra la represión y la maldad, manifiestas desde una edad muy temprana y en muy diferentes formas. Su lucha no se abandera de ninguna causa en particular, sino que busca y se aferra a la supervivencia. No se conformó con el destino que la genética y la costumbre le deparaban. Defendía su realidad con una verborrea algo ordinaria pero imposible de callar. Una locuacidad que la hizo icónica. Se defendía con uñas y dientes si hacía falta (cuenta que llevaba un hacha en el bolso cuando empezó como prostituta para defenderse de otras trans). El rechazo tajante a ser víctima.
Las memorias merecen la pena, no solamente por el morbo que puedan despertar los episodios (más o menos truculentos) de la transexual más famosa de los 90, sino que nos parecen necesarias porque con mentalidades como las de ese autobús infame, vidas y sexualidades como esta no tienen cabida. Y eso es importante al margen de la simpatía que nos despierte su personaje. En lugar de ese autobús de mensaje violento, deberían hacer leer este libro en las escuelas para tratar temas como el bullying, para enseñar tolerancia y respeto hacia el otro, hacia el que es diferente y recordar que no todo responde al sistema binario de hombre/mujer que impone la sociedad.
La Veneno fue un símbolo de libertad. Cabe decir que esta reivindicación es nuestra, pues ella no se erigía como estandarte o ejemplo a seguir para el sector trans ni para nadie. Tenemos que recordar que, dentro de este sector ignorado e incomprendido, estigmatizado e invisible, y al que siempre se relaciona con el trabajo sexual y la imagen de mujer explosiva, se encuentran niños, gente mayor y personas que se dedican a trabajos muy diversos. La Veneno no es ni más ni menos que la representación de la libre elección.
En el s. XXI, señores, deberíamos estar luchando por el futuro de las abejas y no por derechos humanos básicos que ingenuamente ya creemos conquistados. Su figura nos recuerda el derecho a la libertad de ser lo que uno quiera y como quiera. Como dice la transexual Agrado en «Todo Sobre Mi Madre» (que según cuenta en el libro, se cree que Almodóvar se inspiró en La Veneno para crear este personaje) “una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma«.
Y si todo lo dicho te parece poco, aquí va una de sus últimas entrevistas, realizada antes de que nos dejara el pasado 9 de noviembre. Así queremos recordar a La Veneno: radiante con la publicación de su libro después de 8 años (ni siquiera eso lo tuvo fácil), y con su gracia y desparpajo habitual. ¡Digo! [Más información en la web de «¡Digo! Ni Puta Ni Santa!»]