Las comparaciones son odiosas… Pero, en este caso, tenemos que reconocer que el reciente «Watch Dogs 2» le pasa la mano por la cara a la saga «GTA».
Las comparaciones son odiosas. Pero ahí están, para joderles la vida a unos y hacérsela más fácil al resto… La cuestión es que, en el mundo de los videojuegos, es ineludible que existan grandes comparaciones destinadas a hacer la vida imposible a los recién llegados. Si vas a hacer un puzzle de piezas que descienden verticalmente por la pantalla, te van a comparar con «Tetris«. Si vas a hacer un plataformas con personajes monos y power-ups que mejoran tus habilidades, te van a comparar con «Super Mario Bros«. Si vas a hacer un juego de lucha te van a comparar irremediablemente con «Street Fighter«. Y, evidentemente, si vas a hacer un sandbox que ocurra en una ciudad real y que incluya cierto nivel de mamoneo mafioso, vas a ver cómo el nombre de la saga «GTA» sale a la palestra en tres, dos, uno.
Esto fue lo que ocurrió con el primer «Watch Dogs» y es lo que ha vuelto a ocurrir con su secuela. Y lo jodido es que, en este caso, las comparaciones parecen más que justificadas. El «Watch Dogs» original recordaba poderosamente a «GTA IV«: Chicago y Nueva York aparecían en ambos juegos como ciudades oscuras y violentas, repletas de callejones entre los que crecía una trama de mafias muy chungas y mucho drama #tolrato. «Watch Dogs 2«, sin embargo, a priori puede ser visto como un acercamiento de la saga a los preceptos de «GTA V«: San Francisco y Los Ángeles son lugares en los que se vive (y se comenten crímenes) a pleno sol y, por lo tanto, las tramas son menos oscuras, más espectaculares, más cinematográficas.
Sí. Las comparaciones están ahí. Y son evidentes. Pero también ocurre otra cosa: ya hace un par de meses que «Watch Dogs 2» está en la calle y el juego empieza a encontrar su lugar… Y resulta que, en ese nuevo lugar que está ocupando, el título le pasa directamente la mano por la cara a cualquier otra entrega de la saga «Grand Theft Auto«. Lo que viene a significar que demuestra a las claras no solo que ha conseguido conformar una identidad única y original, sin que esa identidad es por momentos más atractiva que la de la saga con la que siempre se ha comparado. Y no sólo más atractiva, también mucho más relevante como experiencia de juego en la segunda mitad de esta década.
Para empezar, hay en la ciudad de San Francisco todo un conjunto de factores atenuantes a la hora de impulsar a «Watch Dogs 2» hacia el siglo 21 (cuando, la verdad, y por muy tremenda que sea la saga «GTA«, que lo es, también resulta que es muy siglo XX). Uno de ellos es esa preponderancia maravillosa de todo lo gay, con el Castro como escenario de fondo, con las calles pintadas con los colores de la bandera de arcoiris o, en una de las primeras misiones, haciendo equipo con un transexual que no es un ser de la noche, sino un alto cargo en el Ayuntamiento. No sólo eso: explorada una visión actual de la sexualidad, ahí está también Silicon Valley para representar la nueva obsesión por lo techie (que tiene ramificaciones como, por ejemplo, el hecho de encontrar en esta parte del mapa micro-coches de esos ridículos).
Por si eso fuera poco, hay algo en «Watch Dogs 2» que impresiona e impacta: la ropa con la que puedes vestir al protagonista. En otras sagas similares las opciones suelen ser normalitas, pero aquí resulta tremendo que puedas llegar a vestir a tu protagonista como si fuera uno de los modelos de la última colección de Kanye West para adidas (por mencionar un ejemplo asimilable por todos aquellos ajenos a la moda). O que puedas optar por una estética cercana al rollito Berghain. También están los looks más pijos, chonis o tirados. Pero, en serio, a poco que entiendas de moda, te sorprenderá poderosamente lo actual de la indumentaria que puedes comprar en las diferentes tiendas de la ciudad de San Francisco.
Esta rabiosa actualidad estética va pareja a muchas otras locuras dentro del juego. La trama arranca contigo (un personaje protagonista negro, por cierto, y no hace falta que digamos nada más) metiéndote de cabeza en el grupo ciber-terrorista Ded Sec. Todas las misiones -y la forma de ir subiendo de nivel en el juego- están pensadas para una única cosa: que Ded Sec consiga más followers en redes sociales. ¿Puede existir un objetivo con el que todos empaticemos más en pleno año 2017?
Y eso que no estamos hablando ya de otros pasatiempos en el juego… En el primer «Watch Dogs» habían cosas que quedaban un poco postizas, como aquello de ir a visitar todos los puntos de interés de la ciudad. En este caso, aquel pasatiempos un poco soso se sublima incorporando en tu teléfono una app parecida a Instagram que te va avisando cuando tienes lugares guays a tu alrededor para que te hagas fotos en ellos (y así conseguir más seguidores). Al final, algo que en el primer «Watch Dogs» era un poco absurdo acaba convirtiéndose en un puro vicio. Esto es solo un ejemplo anecdótico de todos lo que realmente prueban que «Watch Dogs 2» se lo ha currado increíblemente a la hora de escuchar qué era lo que fallaba en la primera parte y, a partir de aquellos fallos, construir los nuevos y sublimes éxitos.
Para más inri, este enfoque social y ameno del juego se aplica también a las propias misiones. Aquí no hay complejidades superflúas pensadas para conseguir unas escenas cinematográficas que te dejen con el culo hecho Pepsi-Cola. Aquí todo está bañado por un cachondeo muy sano, aunque ese cachondeo también puede ser muy pero que muy espectacular (ahí está esa misión en la que tienes que hackear un coche parecido al de «El Coche Fantástico» y conducirlo remotamente por toda la ciudad mientras Ded Sec lanza fuegos artificiales y otras locuras coloridas). La sofisticación de las misiones, por su parte, no se consigue con armas más poderosas o vehículos más gigantescos, sino con dos compañeros de juego minúsculos que aportan un dinamismo maravilloso: el coche minúsculo capaz de dar saltos inmensos y el mini-drone con el que puedes acceder a lugares remotos. A veces, muchas misiones pueden resolverse simplemente con estos compañeros, lo que supone un nuevo hito en la historia de los videojuegos empeñados en el sigilo.
¿Dónde está el problema entonces? Para empezar, «Watch Dogs 2» llegó a todos nosotros a finales del año 2016, y ya se sabe que con el cambio de año todos hacemos un poco borrón y cuenta nueva y es fácil olvidarse de títulos a los que no les prestamos la atención de vida. Pero, en serio, haznos caso y no cometas ese error: préstale mucha atención a este título, porque no se nos ocurre ningún otro título que sea tan actual como este. Hay veces que hay series, pelis y libros que te distinguen como habitante del siglo 21, como conocedor del momento que estás viviendo. Este juego es así. Y, de verdad, que basta ya de comparaciones odiosas, porque «Watch Dogs 2» es capaz de pasárselas por el forro y demostrar que es un juegazo con identidad propia. [Más información en la web de «Watch Dogs 2»]