Mordisko acaba de llegar desde Madrid a Barcelona… Por eso le pedimos a su creador, Vruto, que seleccione el Top 10 de buenorros favoritos de la fiesta.
Vivimos en la época que vivimos, y el que piense que la imagen que proyectamos hacia fuera no es importante, mejor que invierta en una máquina del tiempo para irse a vivir a otra era. Las cosas son como son, y lo de que «una imagen vale más que mil palabras» es más cierto que nunca: cuando te cruzas con un buenorro por la calle, su imagen (su estética, su ropa, sus complementos, sus zapas, su corte de pelo… ¡todo!) te venden una historia. Hay quien sabe vender historias más complejas sin necesidad de caer en el exceso, otros optan por lo barroco sin darse cuenta de que dice bien poco (y bastante malo) de ellos. Pero no seamos -absurdamente- inocentes: la imagen viene primero, y luego ya llegaremos a lo dentro en el caso de que la imagen nos seduzca.
En el caso de las fiestas ocurre exactamente igual. En un panorama como el actual, en el que das una patada a una piedra y te salen siete fiestas todas exactamente idénticas, la imagen es de vital importancia para atraer al público potencial. Hay, sin embargo, pocas que sepan practicar el arte de su imagen gráfica como espejo pluscuamperfecto de lo que vas a encontrar una vez cruces sus puertas de entrada… Hay pocas, pero son como las meigas: haberlas, haylas. Y Mordisko es una de ellas.
Por si no la conoces, la fiesta Mordisko es una locura surgida de la mente de Raúl Valentín como respuesta a una carencia en la noche homosexual madrileña. La escena gay es una de las que mayor tendencia tiene hacia el cliché y el estereotipo, lo que implica que cierto nicho de la comunidad se sienta apartado al no compartir esos clichés y estereotipos. Mordisko nació huyendo desde Chueca a Lavapiés, pero con otra coordenada geografía en la cabeza: la noche de Berlín. La ubersexualidad que allá se vive a golpe de house y techno (y no de petardeo, ¡nunca petardeo!).
No es de extrañar, entonces, que Mordisko encontrara un público fiel que no se pierde ninguna de estas fiestas bimensuales que, edición tras edición, puede fardar de tener una imagen coherente y constante, siempre repleta de buenorros con una estética muy marcada que, inevitablemente, marca el ritmo estético que encontrarás dentro. Y no es de extrañar, también, que a finales del pasado año 2016 Mordisko aterrizara en Barcelona buscando también su nicho de público. Desde entonces, ya se han celebrado tres ediciones… Y la próxima se celebrará el viernes 20 de enero en la sala Safari Disco Club de Barcelona, donde no sólo se bailará con la música de Malatesta, Pistol Pete y el mismísimo Vruto (que es el nombre de guerra de Raúl Valentín tanto cuando se pone a los platos como en Instagram); sino que, como es habitual en todas y cada una de las ediciones, habrá un espectáculo erótico que caldeará el ánimo. Literalmente.
En Fantastic, por nuestra parte, hemos querido festejar que Mordisko por fin ha llegado a Barcelona y que sigue petándolo en Madrid, así que lo hemos celebrado de la mejor forma posible: pidiéndole a su creador que nos presente en primera persona a los diez buenorros más icónicos de su fiesta. Un top 10 que viene con fotografías del mismo Raúl Valentín y con unos textos con los que hay que tener cuidado, porque su sensualidad brota cerca del relato erótico. Nosotros ya te hemos avisado. Si acabas cachondo perdido, es cosa tuya. [Más información en la web de Mordisko] [FOTOS y RELATOS: Raúl Valentín]
10. FRANÇES (BCN). Era la segunda vez que le hacía fotos. La primera fue en su casa, en pleno barrio del Raval, justo hace un año. Teníamos poco tiempo porque él tenía que ir a recoger a un amigo al aeropuerto. Hice lo que pude, e intenté crear algo con lo que tenía en casa. Muchas lámparas, unos suspensorios que evidenciaban lo que yo ya sabía , una pequeña habitación llena de muebles, todo decadente y él tocándose. Como si alguien estuviese mirando por una mirilla, espiándole, y él lo supiese. Con motivo de la llegada de Mordisko a Barcelona, volvimos a vernos y encontré sin querer un cuarto dentro de la sala donde hacemos la fiesta, con las paredes sin acabar, una camilla de cuero negro y luz indirecta procedente de un fluorescente, todo muy de peli de secuestro, para mí el ambiente perfecto. En el fondo, recrear historias donde se respira violencia o que algo va a pasar me resulta inquietante. La idea de analizar detenidamente un cuerpo como el suyo y que él se deje. Françes es puro morbo, y sabes que con él no te aburrirías nunca. [Más en el Instagram de Françes]
9. ANTOUN (BEIRUT). Sin duda, el más gamberro de todos a los que he hecho fotos. Vive en Beirut, pero nos conocimos en Madrid, que visitaba con unos amigos de Barcelona, y aprovechamos para hacer las fotos. No sé muy bien cómo nos pudimos entender. Al principio, Ricci, el dueño de la casa de Malasaña donde estábamos, le iba traduciendo lo que yo decía: túmbate ahí y todos alrededor, besaros y él mira… Luego, al final, Antoun realmente hacía lo que quería, y tardé poco en darme cuenta de que esa espontaneidad era mucho mejor que lo que yo le decía. Así que me dejé llevar y se creó un ambiente tan de campamento con chicos desnudos corriendo por las duchas sin ningún tipo de vergüenza ni maldad, que es lo que se transmite en las fotos. [Más en el Instagram de Antoun]
8. IGNACIO (MADRID). Para mi, de los hombres más morbosos que han pisado Mordisko; y unos de nuestros djs más guapos, si no el que más. Estuvo también en la inauguración de Mordisko Bcn. Quedé con él en Madrid, justo antes de que se estrenase en Mordisko. Apenas nos conocíamos. Él estaba igual o más ilusionado que yo; era al principio y aún todo se estaba cociendo. Su único requisito era que quería salir en las fotos con su marido Jose, así que yo encantado, porque me darían más juego juntos. Acabamos en un puente colgante de hierro, encima de un río. No fue fácil llegar, y tardaron un poco en encontrarlo. Yo les esperaba allí. Ignacio venía directamente de trabajar y no le había dado tiempo a quitarse el traje de ejecutivo. Era más morboso todavía y le hice fotos con él, luego quitándoselo, jugando a que le forzaban con la corbata, luego colgando semidesnudo en una soga… El pobre tenía las manos destrozadas de hacer fuerza para no caerse, los perros que había llevado no paraban de ladrar y había que simular que estaba maniatado, puesto al sol como un trozo de carne, y que los perros se acercaban como si fuesen su presa. Fue dura la sesión, los perros chocaban entre ellos y no podíamos seguir. Los que le conocen saben que siempre tenía la sonrisa en la boca, y aquí no la perdió en ningún momento. [Más en el Instagram de Ignacio]
[/nextpage][nextpage title=»Del 7 al 4″ ]7. CARLETIS (MADRID). Aunque tiene cara de no haber roto nunca un plato, esa tarde jugamos a eso, a romper todo lo que había en la habitación: jugar, retorcerse, hacer travesuras, burlarse de mí y hacer de niño malo, que es realmente lo que le gusta. La fotos las hicimos cuando estaba recién llegado de Barcelona ( donde vivía hasta hace muy poco), en la casa de un amigo situada en el barrio de Las Letras. Sillas de diseño, una chimenea rosa chicle, cuadros de anatomía y cabezas de animales. Probamos entre calzones blancos o grises, suspensorios usados y nuevos. Él era tan divertido y tan expresivo que me sacaba la lengua y yo no podía parar de reírme. Esto no era serio, pero tampoco quería que lo fuese. Él corría a sus anchas por la habitación, miraba al vecino que no le quitaba ojo con unos prismáticos mientras se metía la mano en los huevos, hacía que se follaba un asiento de elefante y bebía mucha cerveza para entrar en calor y desinhibirse. [Más en el Instagram de Carletis]
6. DIEGO (MADRID). Fue uno de los que más me costó convencer: no paraba de decir que era muy vergonzoso y que cómo iban a reaccionar cuando le viesen. Pero todo quedó en eso. Los dos estábamos cómodos y él consiguió despreocuparse y disfrutar. Yo sabía que había que cuidarle más que a los demás. Intenté meterle en situación y no dejarle en gayumbos a la primera, aunque los dos supiésemos que ese era el fin, pero íbamos construyendo juntos la historia. Un ambiente decadente, con focos recreando la luz de un callejón en el que vas solo por la noche y te encuentras con alguien. Ese miedo que te pone nervioso, no hay nadie más que tú y él pero, cuando os aguantáis la mirada, respiras tranquilo: es igual de inofensivo que tú y también tiene el rabo entre las piernas. Rápidamente uno rompe el hielo, el otro sonríe y tú no sabes dónde meterte, así que le metes la mano en el paquete y aquí no ha pasado nada. Un beso largo contra la valla y si te he visto no me acuerdo. [Más en el Instagram de Diego]
5. JESÚS (BCN). Todavía no nos conocíamos, o eso creía yo. Acababa de llegar a Barcelona para idear la inauguración de Mordisko, y hacía un tiempo que le tenía fichado por Instagram. Me parecía tan morboso que tenía claro que nos íbamos a entender bien. Le hablé un poco de lo que quería. Me lo puso muy fácil. Él tenía ganas, y yo también. Quedamos en un estudio en el que solo había dos sillones de piel marrón, focos por el suelo y un montón de cables. Empecé a jugar con la luz, mientras él jugaba a desvestirse. Estaba algo cortado al principio. Yo le iba indicando posturas imposibles y, a la vez, iba girando a su alrededor. Cada perspectiva que encontraba era mejor que la anterior. Ya no le quedaba nada de ropa puesta, sujetaba el calzoncillo fuerte con el puño cerrado, con la otra hacía lo que podía para taparse, pero era prácticamente imposible. Que la situación le estaba poniendo era obvio, y que me costaba concentrarme y pensar en otra cosa también. Además, justo en la habitación de al lado estaba el resto del equipo reunido, y de vez en cuando paraban para asomarse. Ellos estaban atónitos; y yo, como si me hubiesen pillado haciendo algo malo, miraba para abajo, como avergonzado, más por él que por mí. El tiempo se había pasado súper rápido. Recogimos todo y nos fuimos a ese tipo de cafeterías donde van las parejas a besarse. Ahí fue donde me contó que un amigo en común nos había presentado en verano y que él sí se acordaba de mí. Estuvimos un rato hablando de cada uno. Nos quedamos con ganas de saber más y pronto volvimos a vernos. [Más en el Instagram de Jesús]
4. JOSE (SEVILLA). Me llevó a su playa preferida, Rompeculos, en Huelva. «Como a mí me gusta», decía. Siempre que podía y alguien le llevaba, se escapaba desde Sevilla con su perra Ágora, la tienda de campaña, su sábana para hacer de cortavientos y la nevera para que la fruta estuviese fresquita. Llegamos de noche. Yo había salido tarde de Madrid. Encendió su linterna, de esas que se enganchan en la frente. Menos mal que iba preparado, pensé. Nos sonreíamos, me contaba que ese era su rincón, que estaba resguardado y que durante el día tendríamos que desmontar la tienda porque realmente estaba prohibido acampar. Estábamos los dos solos, se escuchaba el mar y había un montón de estrellas. Tardamos poco en meternos dentro y quitarnos la ropa. Nos tocamos tanto que nos quedamos dormidos. Lo mejor estaba por llegar:, amaneció, y fue cuando fui realmente consciente de dónde estábamos. El sitio era increíble y ya se veía el mar. Estuvimos sólo un día, pero fue un día entero desnudos, cachondos, entrando y saliendo del agua, haciendo fotos. [Más en el Instagram de Jose]
[/nextpage][nextpage title=»Del 3 al 1″ ]3. PINO (CÁDIZ). Estábamos en la playa de Cortadura. Demasiado calor a esas horas. era justo después de comer. Yo llevaba la cámara por si acaso, estaba hablado, pero creía que en el último momento no se iban a atrever. Apareció Pino con su marido, Michael. Yo siempre hablaba con Pino y le iba contando las historias que tenía en mente. Él me buscaba localizaciones para esas historias. Me hablaba de un bunker abandonado en medio de una playa de San Fernando, con grafitis, apartada de todo y prácticamente vacía. Me venían a la cabeza historias morbosas de esas con las que sin querer uno se pierde. Me preguntaron qué tenían que llevar, estaban algo nerviosos. Les dije que con unos gayumbos blancos y desgastados era suficiente. El resto era imaginación. Estaban algo tímidos, jugaban, sonreían todo el rato, era ese tonteo del principio, como cuando conoces a alguien y te trabas al hablar, pero lo curioso es que llevan juntos desde que eran casi unos críos. Y eso era lo bonito, que transmitían una confianza y un amor por el otro que traspasaba todo. No me dio mucho tiempo a pensar, fue algo rápido: tú le miras, él se va y le fuerzas bajándole el gayumbo con violencia, pero ellos hacían lo que podían y a mí me tenían embobado. [Más en el Instagram de Pino]
2. JOSE VIGUER (MÁLAGA). Le recogí en coche en su casa, un coche que me había dejado un amigo con el que estaba de vacaciones. Cuando bajé la ventanilla y le vi esos ojazos… Me llevó a una localización abandonada que creía que me iba a encantar: un gigantesco esqueleto de hormigón de una urbanización de viviendas que nunca se llegó a terminar de construir, muy cerca de la costa de Benalmádena. Pero lo mejor eran las vistas desde la última planta y tener todo el espacio para nosotros solos. Todo iba subiendo de tono, empezábamos a meternos en la historia y él me confesaba que realmente le ponía que yo le estuviese haciendo las fotos. [Más en el Instagram de Jose Viguer]
1. ROMA (BCN). Quedé con él en Barcelona, donde vive actualmente, pero ya le tenía echado el ojo desde Madrid, de donde somos los dos. Aparecimos sin dormir y estábamos algo espesos. Yo el que más. Cuando no nos miraba nadie, nos saltamos el muro para inspeccionar dentro, ya que yo sólo lo había visto en fotos. Estábamos frente a unas enormes torres de hormigón situadas en la playa de Chernobil (de sobra conocida por muchos por temas que todos saben), para mí un referente de la arquitectura de la ciudad. El hombre contra el brutalismo, su cara seduciendo a la cámara y su mano dentro de los pantalones, pero sobre todo su actitud pese a que solo tiene veintipocos Notar cómo pincha su barba de tres días. Él no paraba quieto ni podía dejar de sonreír todo el tiempo. [Más en el Instagram de Roma]
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