Con todas las novedades que hay, ¿por que será que no podemos parar de viciarnos a un juego tan presuntamente viejo como «Skyrim»? Pues por algo será.
«Skyrim» se lanzó originalmente en el año 2011… Y tengo que reconocer que no me vicié tanto a él. No me vicié tanto como pensé que me iba a viciar y, sobre todo, no me vicié tanto como me había viciado unos años atrás al magnífico «Oblivion«. De hecho, si me permitís que me ponga un poquito más personal, os explicaré qué ocurrió exactamente: básicamente, tenía la sensación de ir como pollo sin cabeza por un mapeado precioso en el que no encontraba nada que me enganchara. Y, para más inri, me enviaban #tolrato a lo alto de una montaña donde había un bichaco gigantesco que me follaba en tres, dos, uno.
Típico caso de quedarte encallado en un juego y olvidarte de jugar a él precisamente porque tienes muchos otros que te lo ponen más fácil. Aun así, estos días se ha lanzado «The Elder Scrolls V: Skyrim Remastered» para Xbox One, PS4 y PC y tengo que reconocer que, habiendo caído en mis manos una copia de la versión de Xbox One, ha sido exclusivamente lo único a lo que he jugado en las últimas semanas. Lo he jugado, además, con una fruición que hacía tiempo que no sentía, quedándome hasta las cinco de la madrugada casi sin darme cuenta y esas cosas que a veces pensamos que ya sólo pueden ocurrirle a un jugón más joven.
Pues no. También me puede ocurrir a mi. También te puede ocurrir a ti. Pero entonces es el momento de preguntarse: ¿qué ha cambiado para que esta remasterización de «Skyrim» me haya pillado por las pelotas de una forma que la original no supo hacerlo? Permitidme de nuevo que me ponga personal y prometo que acabo con mi historia y me centro en el juego. Porque, al fin y al cabo, mi historia puede ser muy ilustrativa para cualquiera que caiga en «Skyrim» por vez primera… Vamos allá. Lo que me ocurrió la primera vez es que empecé el juego en un pueblo en el que te asignan unas misiones, pero sudé completamente y me fui a otra ciudad donde me asignaron más misiones de las que pasé para irme más lejos todavía. ¿El resultado? Que pronto estaba en lugares que claramente requerían un nivel de experiencia que yo no tenía. Y me follaban reiteradamente. Y me frustraba.
Esta vez, sin embargo, y sin saber explicar por qué (supongo que porque ya había visto todo el mundo de «Skyrim» y no tenía ninguna prisa a la hora de saltar de paisaje en paisaje), me he lanzado al mundo abierto del juego de forma más sensata, ordenada y apacible. El resultado es que no he salido casi de la zona inicial en la que arranca «Skyrim«, pero que lo estoy disfrutando muchísimo más de lo que lo hice en el año 2011. Así que aprended algo de la moraleja que os acabo de servir sobre la mesa: no seáis ansias, porque la belleza de este juego está precisamente en disfrutarlo con calma.
Y, ahora, vamos a por el juego en sí. Porque supongo que esto es lo que os interesa mucho más que mi experiencia de jugón mamarracho… Sea como sea, aquí también hay mucho que decir. Porque si esta revisión de «Skyrim» me ha atrapado a mi por los motivos explicados, a ti te puede atrapar precisamente porque las novedades del juego no son pocas. Para empezar, la mejora gráfica. Chiquis, hacedme caso: la mejor gráfica es jodidamente impactante. Ya en su momento, «Skyrim» fue tachado de juego preciosista y algunas críticas decían que era más interesante pasear a caballo por todo el mapeado abierto que ponerte a hacer misiones. Pues ahora aquel preciosismo se amplía gracias a la potencia de la nueva generación y, en serio, impacta: el mundo de fantasía medieval a través del que te mueves siempre es dulcemente amenazador y terroríficamente bello a partes iguales.
La otra novedad es que «The Elder Scrolls V: Skyrim Remastered» incluye todos los contenidos descargables que se lanzaron en su momento, añadiendo así al juego original maravillas como la posibilidad de construirte una casita allá donde te plazca y adoptar a varios niños para que vivan en ella contigo o, sobre todo, la locura que supone poder amaestrar un dragón para montarlo y andar de un lado a otro fardando lo más grande. A eso hay que añadir, además, la inclusión de los mods tan adorados por los hardcore gamers: los «parches» que permiten añadir variaciones al juego que pueden ir desde nuevas armaduras a personajes inéditos, pasando por nuevas aventuras (y las locuras habituales de los fans más locos con demasiado tiempo libre). Eso sí, para ver el calado de estos mods, tendremos que esperar un tiempo. Algunos de los más tremendos de la versión original tardaron años en salir, así que ya os podéis hacer una idea.
Sea como sea, ya sea porque os ocurrió algo como a mi y no llegasteis a engancharos a la versión original o porque sí que os enganchasteis y ahora os estáis preguntando si merece la pena volver a jugar, hacedme caso: «The Elder Scrolls V: Skyrim Remastered» sería el mejor juego de este año 2016 si no fuera ya un juego del año 2011. Y eso es así. [Más información en la web de «Skyrim»]