Cerramos nuestras crónicas del Beefeater In-Edit 2016 poniendo los números del festival sobre la mesa… y bailando un poquito de Vogue.
La edición de Barcelona del Beefeater In-Edit 2016 cerró sus puertas el pasado domingo 6 de noviembre tras diez días de cine documental musical practicado como deporte intensivo. Como sprint fanático. Como carrera de fondo para aquellos cuyo amor por la música (y el cine) es algo que va trenzado en el ADN. Pero, bueno, basta ya de poesía de baratillo: la cuestión es que el In-Edit 2016 ya ha echado el cierre y es hora de poner sobre la mesa los números objetivos.
Primero, el público: más de 35.000 espectadores han pasado por las ediciones de Barcelona y Madrid del In-Edit 2016 a falta de dar por finiquitada la edición de Valencia. Pero hay una cosa que no os van a decir los números y que sí que os voy a decir yo, que estuve allí y lo viví de primera mano: como fiel del festival en su edición de Barcelona, sólo puedo comentar que nunca lo había visto tan abarrotado. Cierto es que el In-Edit siempre había congregado a una cantidad de público realmente considerable, pero lo había hecho en las sesiones estrella y en aquellas en las que el horario acompañara. En esta ocasión, sin embargo, no era extraño verse en primera fila por culpa de la muchedumbre en un docu sobre jazz un jueves a última hora de la noche. Y eso sólo puede ser buena señal. Eso sólo puede indicar que los números son ciertos.
Más datos oficiales que suelen interesar: premios y ganadores. «I Called Him Morgan» de Kasper Collin se ha hecho con el premio Beefeater In-Edit Internacional (tal y como se veía venir después de unos pases que dejaron a la platea entera clavada en sus sillas sin necesidad de «enseñar», sino forzando al espectador a «imaginar» lo explicado), mientras que «Lo Que Hicimos Fue Secreto» de David Álvarez se ha distinguido con el premio Beefeater In-Edit Nacional acompañado de una mención especial a «Geometría del Esplendor» de José Ramón da Cruz. Y, tal y como cualquiera podía profetizar, «I Am Thor» de Ryan Wise ha acabado por llevarse a casa el premio del público a la mejor película.
Lo que nunca podrán decirte los números es que el In-Edit 2016 se ha cerrado con la sensación generalizada no sólo de haber sido la mejor edición de su historia, sino de haber acabado de convertir en realidad un sueño en el que el festival llevaba trabajando desde hacía varias ediciones: la sensación de que, más que una serie de exhibiciones de cine documental musical, nos encontramos ante una fiesta capaz de movilizar a una ciudad entera.
Ya no es sólo que en esta ocasión la vertiente pro del festival abriera sus puertas como encuentro del sector profesional con el público (que, oye, también tiene cosas interesantes que decir), sino que los bares alrededor de las salas del festival estaban continuamente abarrotados de gente de bien y La Cantina se convirtió en un punto de encuentro maravilloso en el que, de repente, te podías encontrar pasada la medianoche debatiendo con colegas y conocidos… Con un gin tonic en la mano, claro.
Lo que nunca podrán decirte los números tampoco es que el In-Edit se ha acabado por convertir también en un generador pluscuamperfecto de momentos memorables. ¿Cómo explicar, si no, que el pase del viernes de «Strike A Pose» se convirtiera en un evento puro y duro? De repente, preguntaras a quien preguntaras, parecía que en la ciudad de Barcelona todo el mundo iba a asistir al pase de la película sobre «los bailarines de Madonna«. Y, para rizar el rizo, el In-Edit decidió abrir la noche con LaRara pinchando a todo trapo y varios bailarines practicando el Voguing mientras la gente tomaba asiento (y se hacía con sus copazos, no olvidemos que era viernes noche).
Semejante preludio te dejaba el cuerpo perfecto para disfrutar del documental de Ester Gould y Reijer Zwaan que, tal y como se advirtió antes de la exhibición, no va de Madonna ni del arte del Voguing… Sino de cómo el hecho de haber sido elegidos para bailar durante la «Blond Ambition Tour» cambió la vida de todo un grupo de bailarines que contemplaron desde primera fila cómo se forzaba un cambio social. Aquella gira abrió muchos ojos y muchas sensibilidades, forzó la normalización gay y la visibilidad del sida. Pero, sobre todo, cambió la vida de unos chavales que, más tarde, no sabrían cómo gestionar sus vivencias al lado de la rubia de oro.
Puede que a «Strike A Pose» le sobren unos diez minutos de metraje dedicado al drama del sida y otros tantos consagrados a momentos de danzas dramáticas e intensas. Minutos que, por cierto, podrían haberse empleado en abordar otras cuestiones que se dejan colgando en el aire, como la resolución de los juicios de los bailarines contra Madonna y cómo lidiaron con el sentimiento de culpa cuando la diva abandonó abruptamente sus vidas. Sí, puede que todo esto sea verdad, pero lo que es más verdad todavía es que este es un documental necesario de esos que siguen abriendo mentes en pleno año 2016 y que, sobre todo, está destinado a tocar corazones debido a su emotividad a flor de piel.
Una emotividad que, por extraño que parezca, también pudo sentirse en el pase de «Lo Que Hicimos Fue Secreto«. Fue una emotividad que, inevitablemente, nació de la cercanía: imposible no sentir cerca (geográfica y emocionalmente) esa escena punk madrileño que nació con La Movida y pronto se movió hacia derroteros más subterráneos, cada vez más urgentes, violentos y politizados. Imposible no sentir cercanía hacia los primeros veinte minutos del documental en los que el protagonista es un Nacho Canut desatadísimo que te obliga a preguntarte por qué siempre la atención va hacia Alaska y nadie se decide a dedicarle un programa enterito a este puñetero ídolo.
Pero, ojo, porque «Lo Que Hicimos Fue Secreto» es mucho más que Nacho Canut. De hecho, podría decirse que la presencia de la mitad de Fangoria es meramente anecdótica y que David Álvarez no tarda en llegar al meollo de la cuestión punk. El director pronto deja al descubierto que este documental habla en pasado pero que podría hablar perfectamente en presente, ya que es inevitable sentir envidia y una buena ración de vergüenza al ver cómo una generación de músicos utilizó su arte como arma arrojadiza en cuestiones de política y cambio social.
A nadie debería extrañar que «Lo Que Hicimos Fue Secreto» se alzara con el gran premio nacional. Al fin y al cabo, el documental de Álvarez tiene mucho de cauterización de una herida, pero tiene más todavía de artefacto capaz de trascender la melancolía y remover consciencias aquí y ahora. Imposible concebir mejor «hasta el año que viene» para el In-Edit 2016.