Analizamos uno a uno los seis capítulos de la tercera temporada de «Black Mirror»… Y llegamos a una conclusión: no es para tanto.
Voy a decirlo ya al empezar: la tercera y última temporada de «Black Mirror» me ha parecido la menos inspirada de las tres que llevamos. Pese a ello, su existencia queda enteramente justificada por el cuarto capítulo de la temporada: «San Junípero«, que es para un servidor uno de los mejores -sino el mejor- de la antología creada por Charlie Brooker.
Hecha esta pequeña declaración de amor inicial, sería bueno repasar un poco lo que ha dado de sí esta nueva temporada impulsada por la plataforma Netflix… Y es que resulta curioso la forma en la que, conforme la serie se ha ido extendiendo en número de episodios, la calidad de la misma ha ido decreciendo paulatinamente. O por lo menos esa es la impresión que me deja a mi esta tercera temporada.
Arrancaba con «Caída en Picado» (3×01) y, como si el mismo título lo profetizara, nos encontramos ante un episodio bastante discreto pese a lo interesante (que no novedoso ni rompedor) de su planteamiento. Protagonizado por Bryce Dallas Howard, que encarna el papel de Lacie, sigue la historia de una mujer que vive en una sociedad en la que se “premia” la buena imagen pública que uno proyecta en los demás. Las personas necesitan esa aprobación externa para prosperar, lo que hace que sean capaces de cualquier cosa para que la gente de nuestro alrededor les dé la mejor puntuación y así suban puntos en la escala social de lo Cool que parece impera y que sólo permite a las élites gozar de las máximas comodidades y los mejores tratos. Una metáfora interesante pero que cae en lo obvio demasiado pronto y en la que todo ese artificio que pretende criticar acaba siendo el peor enemigo de un capítulo que no aporta nada nuevo y que da la sensación de que llega algo tarde. Estamos en 2016. Y esto es «Black Mirror«.
«Playtesting» (3×02) no mejora las cosas. Ya es uno de los peores episodios de la temporada para algunos y para otros uno de los mejores… Por aquí pensamos que no pasa de un interesante ejercicio de tensión en ciertos momentos, pero que no permite ir mucho más allá debido a la poca originalidad del planteamiento (algo desaprovechado), un arranque disperso y un protagonista que parece esforzarse continuamente en romper con el clímax que el capítulo trata de conseguir. El resultado no es malo, pero seguimos sin reconocer a la gran «Black Mirror» en esa efectiva pero también efectista historia sobre la realidad virtual, el futuro de los videojuegos y los demonios de nuestra mente.
«Cállate y Baila» (3×03) resulta una agradable sorpresa tras los dos primeros episodios, y es que esta historia sobre un adolescente y un hombre que no se conocen de nada y se ven obligados a colaborar juntos ante el chantaje de unos desconocidos puede presumir de ser impactante, tensa y muy brillante en la forma de ejecutar su idea principal. Dicho esto no es que plantee nada innovador, pero sí que hay que elogiar la forma de articular el relato hasta un final que proporciona una dimensión bastante espeluznante a todo lo visto.
Y llegamos a «San Junípero» (3×04), el capítulo que, como decía al principio, justifica toda la temporada. ¿Por qué? Porque es una rara avis dentro del ADN de la serie, porque en su historia principal se encuentran varias historias implícitas y capas de lectura muy interesantes a analizar. Un capítulo que explora ideas tan trascendentes como el amor, la amistad, el temor a la muerte, el concepto de la eternidad / inmortalidad, la pérdida y el duelo, la enfermedad… Y lo hace con una gran delicadeza y emotividad. Es un capítulo que sabe cómo ir revelando su verdadera naturaleza detalle a detalle, que plantea grandes dilemas morales y que va ampliando la dimensión de la historia cada vez más hasta un final (o varios) que son un pequeño pellizco en el corazón.
Y es que ¿es esta la historia de amor de dos mujeres… o de amistad? ¿La historia de un lugar… o de varias épocas? ¿Es nostálgica… o alegre y vitalista? O quizá es todas estas cosas a la vez, y por eso uno de los mejores episodios de la serie. El más humano, el más real. «San Junípero» es presente, pasado y futuro.
Es probable que «La Ciencia de Matar» (3×05) tuviese que enfrentar una doble penalización, ya que, además de ser el capítulo más flojo de la serie (para un servidor), va justo detrás de «San Junípero«. El problema que tiene esencialmente es que la mayor parte del tiempo no consigue interesar: no lo hace hasta que llegamos a los minutos finales y se nos revela un poco la denuncia de la historia (nuevamente a golpe de giro-efecto); la guerra que nos convierte en monstruos y al mismo tiempo nos obliga a rebajar a nuestros enemigos a la categoría de seres inferiores para soportar mejor tener que asesinarlos. Aquí esa reducción es real y no figurada, ese es el impacto que busca «La Ciencia de Matar» y, pese a que la idea es atractiva, su materialización resulta demasiado insípida.
«Odio Nacional» (3×06) puede remitir ya desde su título a un emblemático episodio de «Black Mirror«, ni más ni menos que el primero de todos («El Himno Nacional«), que despertó tantas pasiones y que puso la serie en el punto de mira de todo Internet. Pero las similitudes no van tan lejos como se podría pensar, y este último capítulo logra tener entidad propia, reflexionar sobre ciertas ideas muy interesantes y dejar un buen sabor de boca en su cierre de temporada. Y es que es curioso cómo, sin ser el mejor, tiene uno de los planteamientos más atrevidos. ¿La nota negativa? Probablemente su excesiva duración y las carencias del relato policíaco que ocupa gran parte del episodio.
Pero, como decimos, cabe destacar una de sus ideas centrales: el poder del hashtag. Las redes sociales, el anonimato, el “hate” que impera nuestros días tienen aquí una utilización letal por parte de Charlie Brooker, y hay que aplaudir la que probablemente sí es una de las ideas más impactantes, vigentes y… acertadas. «Odio Nacional» se pregunta, evidentemente desde el paroxismo que caracteriza a la serie, quién tiene la verdadera fuerza e influencia estos días: la gente, los anónimos, los Don Nadie de Internet. Ni los políticos, ni los famosos, ni las fuerzas de la ley. Todos son títeres… La nueva carne de cañón.
El balance final de la tercera temporada de «Black Mirror» es, entonces, moderadamente positivo gracias a la fuerza de un capítulo tan extraordinario como «San Junípero» y a las buenas ideas, aunque llevadas a cabo de forma algo problemática, de episodios como «Caída en Picado«, «Odio Nacional» o «La Ciencia de Matar«. Quizá el quid de la cuestión en esta ocasión se encuentre en el clásico “cantidad no es sinónimo de calidad” y en una cierta domesticación de la serie que no le ha sentado muy bien si echamos la vista atrás y pensamos en las dos primeras temporadas.
En conclusión: aunque no soy defensor de romantizar el pasado, sí que pienso que la sensación de que «Black Mirror» era el espejo de las inquietudes y temores de los tiempos que están por venir se ha visto algo diluida en esta nueva ocasión.