Nuestra segunda crónica del Beefeater In-Edit 2016 abre las antiguas heridas de la mítica (y todavía divertida) rivalidad de Blur vs. Oasis.
Si viviste en los 90, sabes que no había espacio para neutralidades ni medias tintas: o eras de Blur o eras de Oasis. Era inconcebible ser fan de los dos a la vez. Y puede que todo aquel tinglado no fuera más que una maniobra de la prensa británica para volver a petarlo a nivel mundial ante el feroz avance de la industria yanki (igual, por cierto, que lo de aquel género fantasma que fue el brit pop)… Pero, qué queréis que os diga, los partidismos suelen ser jodidamente divertidos. Y allá compramos todos porque, al fin y al cabo, siempre mola desdeñar o adorar a alguien que acabas de conocer de forma completamente binaria basándote en un dato tan absurdo como de quién es fan, de una banda u otra.
Por suerte (o no), la versión 2.0 de la rivalidad Beatles vs. Rollings se acabó esfumando en el aire sin dejar ningún tipo de herida abierta. Al fin y al cabo, reconozcámoslo, fueron heridas superficiales. Tenían más de bravuconada brit que de verdadera escisión de la población. No era tan grave. No era como elegir si eres de Podemos o de Ciudadanos. Ni mucho menos… Pero como revivir tus emociones post-adolescentes siempre mola, era inevitable que en este Beefeater In-Edit 2016 que estamos viviendo volviera a hablarse del Blur vs. Oasis a tenor de los sendos documentales en torno a cada una de las bandas que se pueden ver estos días en el Festival de Cine Documental Musical de Barcelona.
Curiosamente, lo de reavivar las llamas de la hoguera en la que a estas dos formaciones les encantó arder de forma furiosa en los 90 no ha sido una maniobra gratuita de marketing por parte del In-Edit. Cualquiera que haya visto ambos films convendrá conmigo en una cosa: ambos son la expresión directa del alma de la banda que retrata… cada uno a su manera. Y, por lo tanto, volver a sentir la división que nos embargó hace varias décadas es completamente inevitable (y, para qué vamos a negarlo, bastante deseable y divertido).
Empecemos por «Blur: New World Towers» de Sam Wrench. Este documental no aborda la carrera al completo de la banda, sino que se centra única y exclusivamente en la grabación de «The Magic Whip» (Warner, 2015), último disco que la banda grabó tras un silencio de trece años que siguió al desastre de «Think Tank» (Virgin, 2003). Cualquiera que haya estado medianamente metido en el mundo de la música conoce la historia y, por lo tanto, no es necesaria que Wrench la explique de nuevo: todos perdieron un poco la cabeza, pero Graham Coxon el que más, así que de repente prescindieron de él para grabar el que, hasta el año pasado, parecía que sería el (triste) epitafio de Blur. Suerte que no fue así. En 2014, la banda se reunía para encarar una gira mundial y, de repente, mientras estaban colgados en Hong Kong durante cinco días, decidieron meterse en el estudio a ver qué pasaba… Lo que pasó es «The Magic Whip«.
«Oasis: Supersonic» de Mat Whitecross, por su parte, resulta ser el negativo fotográfico perfecto de «Blur: New World Towers«: elimina por completo el presente y se centra únicamente en el pasado (perfecto). De hecho, habrá quien se sienta estafado al ver que el film aborda los inicios, la formación de la banda, los primeros años y los dos álbums iniciales, «Definitely Maybe» (Epic, 1994) y «(What’s The Story) Morning Glory» (Epic, 1995), todo ello con profusión de comentarios de los hermanos Gallagher, su madre y muchos de los implicados… Pero, al final, Whitecross decide detener la narración en el momento álgido de la banda, que no fue otro que los multitudinarios conciertos en Knebworth en el año 1996.
Repito: ambos documentales son una translación directa de la idiosincrasia de cada una de las bandas. Por un lado tenemos a Blur y a su documental a rebosar de momentos de pura contemplación, con un tempo pausado que, sin embargo, sabe alcanzar verdaderas cotas de emotividad (¿cómo no dejar escapar alguna lagrimita con «The Universal» como cierre?). Ahí está Alex James con su extática vida en el campo, Graham Coxon suspendido en su nueva burbuja de serenidad y Damon Albarn permitiéndose por una vez el papel de espectador y no de dinamizador. «Blur: New World Towers» es un documental delicioso gracias a sus silencios, a su falta de pretensiones, a la frontalidad con la que mira a la banda en el aquí y ahora por mucho que este aquí y ahora sea menos grato que los años 90. Es un documental delicioso gracias su valiente opción de no decir determinadas cosas en voz alta a favor de una pulcritud y una elegancia que siempre han sido dos de los valores principales de la banda. Porque, al fin y al cabo, hay ocasiones en las que no hay que decir las cosas en voz alta: ahí está la actuación de «My Terrecota Heart«, canción cuya letra habla de la relación de Damon y Graham, puntuando como serio rompecorazones del año.
Y, por el otro lado, tenemos «Oasis: Supersonic» como encapsulamiento absoluto de todo lo que siempre han sido los hermanos Gallagher: verborrea, insultos, fardadas, petulancia y un discurso centrado plenamente en el advenimiento de los working class heroes definitivos. Evidentemente, la realización de Whitecross encaja a la perfección con el imaginario de Oasis: el documental tiene un ritmo frenético que mezcla interesantísimo footage de los inicios de la banda con deslumbrantes montajes de fotos y motion graphics. Muchos son los que hablan en el documental, pero sólo hay dos voces que se escuchan a la perfección: la de Liam y la de Noel. Y, por lo tanto, tiene todo el sentido del mundo que, estando implicados ambos en la producción de «Oasis: Supersonic«, la cinta eche el cierre en el punto más álgido de su carrera. Obviemos que, tras los gloriosos primeros dos discos, vinieron un total de seis álbums que describieron una peligrosa cuesta descendiente hacia lo inane. Obviemos la degradación de la imagen de los Gallagher en manos de los tabloides británicas. Obviemos todo eso y quedémonos en lo que Noel y Liam siempre han querido transmitir: que son la banda más grande de la historia de UK.
Si tuviera que sintetizar, diría que «Oasis: Supersonic» gana la partida en lo que a diversión y empaque técnico se refiere, mientras que «Blur: New World Towers» vapulea a su contrincante a la hora de aportar una profundidad de campo y una madurez emocional totalmente inexistente en el documental de los Gallagher. Cada uno a lo suyo. Habrá quien compre la actitud hoooligan de unos, habrá quien abrace la contención madura de los otros. Habra quien sea de Oasis, habrá quien sea de Blur. Habrá quien, por el camino, se tire los trastos a la cabeza en pleno 2016 en pos de su banda favorita… Pero, al final, tendremos que convenir que esta rivalidad sigue siendo jodidamente divertida. [Más información en la web del Beefeater In-Edit 2016]