Está claro que Jagwar Ma no han abandonado sus constantes vitales en su nuevo disco «Every Now & Then»… Pero es que nadie se lo ha pedido tampoco.
EVERY NOW & THEN, de Jagwar Ma. “Howlin” (Mom + Pop, 2013), primer álbum de Jagwar Ma, situó al combo australiano en la senda correcta de los revivals madchesteriano y dance-rock de finales de los 80 y principios de los 90. Ambas corrientes guadianescas se encargan de que no se olvide y se actualice en la medida de lo posible (cosa que no sucede a menudo) el legado de Happy Mondays, The Stone Roses y los Primal Scream screamadélicos.
De hecho, los dos últimos nombres mencionados actuaban como faros guía de aquellos Jagwar Ma debutantes (sólo había que ver los gestos en directo de su vocalista y guitarrista, Gabriel Winterfield, trasunto de Ian Brown), con lo que quedaba claro que su estilo psicodélico se inspiraba en la leyenda del segundo verano del amor británico y no se dejaba influir por la cegadora atracción de sus compatriotas Tame Impala. De acuerdo, el punto de partida de Jagwar Ma no era nada original, pero había servido para alumbrar resultonas canciones de brillo variable con el pop y el house ácidos por bandera.
Y en esas siguen Jagwar Ma: no han abandonado su sonido de aire retro ni sus referentes principales para afrontar la manida reválida del difícil segundo disco, “Every Now & Then” (Mom + Pop, 2016). Aunque, en este caso, los australianos han añadido otras coordenadas a su mapa sonoro: las del dance-pop de otros ilustres vecinos, Cut Copy, como muestran a las claras la inicial “Say What You Feel” y las siguientes “Give Me A Reason”, “O B 1” y “Slipping”, hasta llegar al clímax final, “Colours Of Paradise”. De esta manera, Winterfield y compañía afinan su fórmula para dirigir su mirada con más ahínco hacia la pista de baile, aunque sin diluir los efectos sensoriales de su música (“Loose Ends”, “High Rotations”), con lo que “Every Now & Then” acaba siendo un caleidoscópico catalizador de cálidas estimulaciones físicas y psíquicas y emociones espirituales para, en definitiva, incitar al movimiento acompasado mientras se siente un suave subidón.
Cojan de la mano a Jagwar Ma, déjense llevar y liberen sus cuerpos y mentes.
Más información en la web de Jagwar Ma. Escucha «Every Now & Then» en Apple Music y en Spotify.
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Dice Jenny Hval que su nuevo disco, «Blood Bitch», va de vampiresas… Y, la verdad, nadie puede negar que es una de esas vampiresas a la que ruegas que te muerda.
BLOOD BITCH, de Jenny Hval. En un momento de “Blood Bitch” (Sacred Bones, 2016) se escucha a Jenny Hval explicándole a una amiga de qué va todo esto: “It’s about vampires”. La amiga se ríe: “Vampires?”. Jenny dice que sí. Que, bueno, en realidad de más cosas, pero vampiresas, sí, titubeando, asumiendo la imposibilidad de explicar tantas cosas en el tiempo que dura la paciencia del otro. No seré yo quien os traduzca la inmensa complejidad de este disco en estas cortas líneas. No sé si entiendo la mitad. Creo que no.
Sexualidad y capitalismo. Soledad en vida (y muerte). Deseo de crear, de conectar. De morder. Sangre. Menstruación como hilo conductor, sometimiento y dolor. Las intrincadas capas de significado no evitan que este sea el trabajo con más canciones pegadizas desde el (muy peculiar) synth-pop de sus comienzos como Rockettothesky. Se mezclan momentos (“Female Vampire”, “Conceptual Romance”) inquietantemente accesibles con otros (“Untamed Region”, “The Plague”) donde se difumina la frontera entre disco conceptual y banda sonora de trash-movie de los 70. Es la artista noruega en lo más alto de su carrera, haciendo música como nadie, íntima y grandiosa a la vez.
Cuando invitas a un vampiro que asoma en tu ventana, cuando abres y le dejas entrar, irremediablemente eres poseído por su presencia. Cuando te abres a “Blood Bitch”, estás dejando entrar el flujo de su hechizo en ti, pides que te agarre y te muerda y te inyecte el poder de su sangre. Dejándote en trance, indefenso, sediento de sangre. Quieres más. Deseas volverlo a abrir, a sentir el hechizo de nuevo y ser capaz de ver el mundo como nunca lo habías visto. De sentirlo y escucharlo como solo Jenny Hval podría hacerlo. Ojalá fuera posible.
Más información en la web de Jenny Hval. Escucha «Blood Bitch» en Apple Music y en Spotify.
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Lady Gaga parece que se ha cansado del exceso pop y ha decidido apostar por lo sencillo… Ahora bien: hay veces que lo sencillo es aburrido. Y «Joanne» es una de ellas.
JOANNE, de Lady Gaga. Ahora no recuerdo exactamente quién la lió parda hace un par de temporadas al disfrazarse de «chica normal» en Halloween. En aquel momento, se tomó como una afrenta, como una forma de reírse de la presunta «gente normal» por parte de alguien que no se consideraba «normal» (y que, por lo tanto, se distinguía como «excepcional»)… Sea como sea, me ha resultado imposible no recordar aquella gilipollez a tenor del «Joanne» (Interscope, 2016) de Lady Gaga. Y, sobre todo, me ha sorprendido que nadie ponga el grito en el cielo con su nueva «normalidad».
El primer vídeo extraído del disco presentaba a la ídola en shorts tejanos, camiseta de tirantes y botas de batalla: look festivalero que iba a conjunto con el rollo del clip. A partir de ahí, la Gaga empezó a desvelar su nuevo «look» (porque, a la manera de Madonna, cada nuevo disco se ha de acompañar de un nuevo impacto estético). En esta ocasión, la diva ha optado por un look como de chica beatnik que, como salida de una foto en blanco y negro de los 70, asimila a la perfección las constantes estéticas de sus compañeros masculinos. Habrá quien le busque la gracia ligando la ambigüedad a la era del agender… Pero, si alguien me pregunta a mi, tendré que reconocer que, simple y llanamente, me parece un look jodida y supurantemente aburrido.
Igual que el contenido de «Joanne«, claro. Lady Gaga está jugando a ser normal. Es consciente de que lo que esperamos es que cada nuevo lanzamiento suyo sea un evento estético y visionario. También es consciente de que, tristemente, su música siempre ha estado en un segundo plano e incluso muchos hemos venido a justificarla continuamente a través de sus statements feministas o de su voluntad provocadora de llevar el pop al nivel del arte performático. Y precisamente porque es consciente de todo eso, Lady Gaga parece querer que la música sea la verdadera protagonista en «Joanne«. Para ello, la libra de cualquier tipo de artificio y la acerca a los parámetros más primigenios de géneros clásicos como el soul, el rock, el folk e incluso el country.
Se le ven las costuras: la Gaga debe pensar que una canción sencilla es equivalente a una canción desnuda que transmita emociones reales (o, por lo menos, más reales que las ganas de fiesta y jolgorio del pop que practicaba hasta ahora)… Lo que no ha sabido ver es que la sencillez de «Joanne» no se traduce en veracidad emocional, sino en aburrimiento supino. Una pena.
Más información en la web de Lady Gaga. Escucha «Joanne» en Apple Music y en Spotify.
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Vale, que sí, que tienes razón: «Dialogues» no llega al nivelón de «Alps»… Pero sigue siendo un puto gustazo escuchar cualquier disco de Motorama.
DIALOGUES, de Motorama. ¿Quién se iba a imaginar que los alumnos contemporáneos del post-punk primigenio más fieles a sus postulados saldrían de Rusia? Estaba predestinado que tal papel recayera en algún grupo anglosajón, naturalmente. Pero, de repente, Motorama surgieron del frío de su Rostov del Don natal para convertirse en el 2010, gracias a su debut en largo, “Alps”, en una pequeña gran revelación que devino en banda de culto (sobre todo en Europa occidental y Sudamérica) con el paso de los años y los álbumes.
Por su factura lo-fi y su limitación de medios, Motorama parecían rescatados directamente del otro lado del Telón de Acero a comienzos de los 80, como si fuesen el grupo que escucharan los protagonistas soviéticos de “The Americans” en sus ficticias vidas. Esta aura clásica, nada impostada pese a su condición de mímesis de Joy Division con acento ruso, tenía un encanto extraño y cautivador. Tanto, que no ha importado que, ni siquiera ante la publicación de su cuarto LP, “Dialogues” (Talitres, 2016), Motorama no hayan cambiado un ápice su receta post-punk salpicada de gotas indie-pop, rutinaria y reiterativa (a veces, llevada al extremo).
Ahí reside una de las virtudes de Motorama: defender a capa y espada su milimetrado estilo. La otra: entregar a sus rendidos seguidores exactamente lo que quieren, ni más ni menos. ¿Y cuál es esa demanda? Básicamente, que Vladislav Parshin invoque el sagrado espíritu de Ian Curtis y transmita con su cavernosa, penetrante y gélida voz sus melancólicos versos sobre el amor, la soledad y otros sentimientos terrenales que funcionan como divinos pivotes líricos de la banda.
En este sentido, “Dialogues” cumple a rajatabla con ese cometido al compás de sus habituales ritmos dinámicos y metronímicos, cuya parquedad (compensada por la omnipresencia del sintetizador) no reduce la sensibilidad de lo expresado. Por lo tanto, aquí no hallarán ninguna novedad ni leves variaciones en las hieráticas formas de Motorama. Eso sí, su típico sonido vuelve a cuajar en canciones que, con “Tell Me”, “Sign”, “Above The Clouds” y “By Your Side” a la cabeza, atraviesan el corazón impulsadas por una veloz y calculada percusión y rápidos acordes guitarreros.
La conclusión a la que se llega en “Dialogues” no dista demasiado de la alcanzada en los dos anteriores discos de Motorama: ninguno ha igualado la brillantez de “Alps” y sus esquemas se reproducen en un bucle casi infinito, pero al final funcionan y emocionan.
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Lo de Nicolas Jaar es un caso de estudio: ¿cómo puede ser que sea tan conocido haciendo la música que hace? Ni lo pienses. Tú sólo disfruta de «Sirens».
SIRENS, de Nicolas Jaar. Tengo que reconocer que no entiendo el caso de Nicolas Jaar y que, de hecho, me tiene fascinado desde la primera que le vi acaparando medios de comunicación y conversaciones entre colegas con ínfulas de musicólogos de barrio. Su primer disco, «Space is Only Noise» (Circus Company, 2010), no es accesible. Para nada. Sus actuaciones y sus sesiones como djs suelen incorporar partes de una complejidad abrumadora. E incluso su proyecto paralelo, Darkside, puede pecar de una opacidad y de una densidad que en otros artistas serían imperdonables e incluso motivo de una merecida condena al ostracismo.
Entonces, ¿cómo puede ser que, aquí y ahora, no sea necesario ofrecer explicaciones de por qué Nicolas Jaar es una de las figuras más relevantes de la música actual? Cualquiera podría pensar que debería haberse ganado a pulso una posición de artista minúsculo adorado por unos pocos que, años después, se revele como un visionario de esos que todos mencionamos porque mola mencionar pero que muy pocos se toman el tiempo y la molestia de escuchar realmente. Por el contrario, cualquier concierto o sesión de Jaar en solitario o en la compañía de Dave Harrington (su compañero de fatigas en Darkside) se convierte en una cita multitudinaria. Y cada lanzamiento, evidentemente, adquiere una inmediata dimensión de evento.
Así las cosas, no es de extrañar que la aparición casi por sorpresa de «Sirens» (Kobalt, 2016) adquiriera tintes épicos e inundara las redes sociales de medio mundo de comentarios maximalistas… Comentarios maximalistas, por cierto, totalmente justificados. Porque puede que hayan hecho falta seis años para que Nicolas Jaar dé continuidad a su carrera en solitario, pero es que la espera ha valido la pena. «Sirens» es un disco que lo admite todo: desde el jungle paranoico de «The Governor» hasta el motorik de «Three Sides of Natarethz» pasando por el corazón indudable del disco, esa sublime «No» en la que la ascendencia chilena del artista echa raíces y acerca ese folklore rítmico a la electrónica aplacada del siglo 21 de forma totalmente orgánica. El disco es una montaña rusa continua de subidones y bajones a cámara lenta, ya que cada nuevo pico se dilata y se extiende dulcemente en el tiempo. Y, sobre todo, la profusión de géneros se ve homogeneizada por la mano del propio artista, que sabe cómo acercar diferentes sonidos hacia su imaginario para que encajen como en un puzzle esquizofrénico de vivos colores.
Repito: no entiendo el caso de Nicolas Jaar y me fascina que sea tan gigante haciendo lo que hace. Pero, oye, en este tipo de casos, lo mejor es no sobreintelectualizarlo y celebrar por todo lo alto que alguien que haga música tan complejamente subyugante sea reconocido por mucho más que una minoría.
Más información en la web de Nicolas Jaar. Escucha «Sirens» en Apple Music y en Spotify.
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