El Festival de Sitges 2016 empieza su sprint final con el antiporno de Sion Sono y con el demonio de neón de Nicolas Winding Refn.
Llego a la recta final del Festival de Sitges 2016 con más cansancio, pero con más ánimos. Todo hay que reconocerlo. La cosa ha ido mejorando exponencialmente con el paso de los días, a pesar de que el nivel de este año haya bajado también respecto a las ediciones anteriores. Recién confirmada la sesión sorpresa («Arrival«, por si no os habíais enterado) y habiendo visto algunas de las mejores películas del festival en los dos últimos días (obviando, claro, mis adoradas coreanas), me puedo ir feliz a casa.
El japonés más atípico del globo terráqueo ha vuelto a Sitges una vez más para dar la nota. Su flamante y alocada producción, «Antiporno«, es otra nueva muestra de que la crítica (cinematográficamente hablando) se le da de perlas. En «Antiporno«, Sion Sono plantea una crítica más que abierta al cine porno o, hablando con mayor propiedad, a la cosificación de la mujer en este tipo de películas. Bajo una policromía extremísima y casi rodada al completo en una misma y llamativa localización, la cinta nos presenta a una actriz de cine porno que se autoproclama como “la mayor puta de todas”, una frase que ya por sí sola tiene un peso mayúsculo pero que aún revaloriza más su significado bajo el contexto de esta película: el de la frustración, el machismo y el sufrimiento de la mujer en el cine «roman porno», particularmente japonés.
Sion Sono opta en «Antiporno» por hacer la mayor crítica de todas: la destrucción. No es «Love Exposure«, vale, pero sigue siendo una maravilla para ojos y oídos, a pesar de que la palabra “puta” se repita durante el 50% de su guión. Y si hay que mandar a la mierda a Japón y a la industria, se los manda. A sus pies, señor Sono.
Y de crítica, poder visual, colorines y luces de neón, sabe un rato el siguiente protagonista: Nicolas Winding Refn. El autor ha aterrizado en Sitges (no literalmente, que es amigo del festival, pero no tanto…) con su nueva y polémica producción: «The Neon Demon«. Criticada y abucheada en el Festival de Cannes, la película relata las andanzas de una joven Cenicienta que cae en la ciudad de Los Ángeles con el sueño de muchas y vida de pocas: ser modelo. La jovenzuela no es otra que la etérea Elle Fanning, una rubia altísima y delgadísima por la que todas mueren y sueñan con parecerse. Nicolas Winding Refn expone en dos horas su atractiva y destructiva visión del mundo de la moda, pero va más allá de un simple análisis conceptual sobre los peros de esta profesión.
Frente a un plantel lleno de lagartas (donde cada minuto de Jena Malone es oro), la protagonista evoluciona forzosamente ante el constante halo de peligro y de soledad que la acecha. Y, frente a ese halo de oscuridad moral, confronta la totalidad de la imagen de Refn: «The Neon Demon» comienza con uno de los planos más bellos de toda su filmografía y, desde ahí, extiende en un grado exponencial la belleza de sus imágenes, que son sin duda de las más atractivas que nos ha dado el cineasta. Para algunos, su guión se estira demasiado en el tiempo y el vacío narrativo (para una servidora, este es un vacío sólo aparente). Pero hay que reconocer que Refn juega a introducirnos en un mundo onírico un tanto lynchiano, en una pesadilla maravillosa, hipnótica. Quizá sea precisamente eso lo que polariza tanto al público.
Polarizar precisamente es lo que no hizo «Swiss Army Man«, película dirigida por no uno sino dos Daniels (Dan Kwan y Daniel Scheinert) que han hecho que la que escribe presenciase la mayor ovación del Auditori de todo lo que llevamos de festival, con toda la razón del mundo. Y es que una película que cita constantemente a «Parque Jurásico» y a su banda sonora, tiene que ser EL BIEN por narices. «Swiss Army Man» es la historia de un náufrago de la vida, Hank (Paul Dano), que se encuentra con un cadáver (Daniel Radcliffe) con bastantes flatulencias. Hank, lejos de abandonar el cadáver a su suerte, carga con él, valiéndose de sus carencias para superar ciertas circunstancias y situaciones por las que tiene que pasar.
Dicho así, parece que hubiésemos visto una obra dramática, pero nada más lejos de la realidad. Y es que «Swiss Army Man» es todo un reto: el drama existe, pero se trata desde el punto de vista más cómico de todos. La película comienza en un extremo absoluto, y desde ahí continua su gamberrismo y su locura catedralicia hasta límites absolutamente insospechados. Cuando crees que lo has visto todo en films de “caca, pedo, culo, pis” aparecen en tu vida películas como esta que, además de proporcionarte dos horas de carcajadas, te dejan mensaje y una bonita reflexión sobre la soledad, el amor, las reflexiones y lo que usualmente confiamos a hacer delante de conocidos o desconocidos.
En definitiva: una reflexión sobre nuestra necesidad de socializarnos. Todo eso con regusto a buen cine, a originalidad, a maravillosa irreverencia y a que no, no todo está inventado. Necesitamos más películas como «Swiss Army Man«. Todo el mundo tararearía la banda sonora de «Parque Jurásico» como respuesta a todo en la vida y eso, claramente, haría al mundo infinitamente más feliz. [Más información en la web del Festival de Sitges 2016]