«Cómo Se Hizo La Guerra De Los Zombies» está poblado de dualidades que su autor, Aleksandar Hemon, sabe conducir más allá del reino de lo «meta».
Desde que series como «Community» popularizaran el concepto «meta», vivimos en una nueva era de la meta-cultura. Abundan las novelas sobre escritores que intentan escribir otras novelas (aunque este género siempre había estado ahí y, en otro tiempo mejor, incluso hablábamos con expresiones tan culteranas como «mise en abyme«). Abundan las películas sobre directores que intentan dirigir otras películas. Y, siendo el audiovisual el rey de lo meta, también tenemos series sobre escritores que intentan escribir («Bored to Death«, por ejemplo) o películas sobre novelistas a la búsqueda de la ficción pluscuamperfecta.
Ahora bien, en este reino de lo «meta», aunque el audiovisual se ha atrevido con la literatura, parece que una relación de doble sentido es algo inviable. La literatura, ese monstruo de múltiples cabezas enrocado en su posición high brow, ¿cómo va a mancharse con el lodo de la baja cultura cinematográfica? En esta paradoja contradictoria nace el primer acierto de «Cómo Se Hizo La Guerra De Los Zombis«: en atreverse a coger la serie B (literaria, cinematográfica, catódica) y permitir que actúe como un virus que corroa el corpus de la literatura canónica.
Porque tampoco se puede negar que Aleksandar Hemon escribe siempre en una gozosa cuerda floja. Para empezar, «Cómo Se Hizo La Guerra De Los Zombis» es una de esas novelas en las que encuentras diálogos descacharrantes como «-Me estaba preguntando por qué ahora tiene que haber tantos superhéroes en América. ¿No basta con los héroes normales? ¿John Wayne no es suficiente y ahora hay que tener a Batman? ¿Qué opinas? -Bueno, estrictamente hablando, Batman no es un superhéroe. Es una especie de capitalista al que la barbaridad de su fortuna le permite tener un montón de cachivaches. No tiene superpoderes, sólo se comporta como un loco«. También como «Si se produjese un apocalipsis zombi, ¿se follaría más, menos o nada en absoluto? ¿Y qué pasaría si el hambre de los zombis no fuera visceral, sino carnal? Debería ver más porno zombi«.
Al fin y al cabo, el protagonista de «Cómo Se Hizo La Guerra De Los Zombis» es Joshua (Jo / Josh / Jonjo) Levin, un profesor de inglés para extranjeros que realmente quiere ser guionista de cine. Un tipo que hace tiempo dejó la juventud atrás pero que sigue completamente colgado del sueño de convertirse en un guionista estrella. Un señor que tiene ideas para guiones a velocidad de metralleta… pero que es incapaz de desarrollar ninguna de ellas. Un creador que se mueve en el seno de los códigos freaks y que cree a pies juntillas que la mejor forma de conseguir que alguien le compre un guión es practicando el género (los diferentes géneros) de la forma más inesperada posible. Como en los 90, cuando la verosimilitud no era un valor que se tuviera en cuenta en las ficciones cinematográficas.
¿Y si resulta que «Cómo Se Hizo La Guerra De Los Zombis» no es la historia de un pobre desgraciado que intenta escribir un guión de entretenimiento escapista?
Pero, a su vez, Josh también es alguien que, en una de las clases de guión a las que asiste, es capaz de tener la siguiente conversación: «-Si quieres algo real, vete a vivir a Irak. Allí sí que tienen toneladas de realidad. Tienen tanta realidad que se pasan la vida haciéndose estallar por los aires. -No me importa lo real ni lo irreal. Sólo quiero contar una historia«. El protagonista de «Cómo Se Hizo La Guerra De Los Zombis» es alguien que vive en un limbo entre la serie B y la serie A, la realidad y la ficción, el surrealismo cómico y la hiperrealidad deprimente. Todo dualismos.
Aquí es cuando entra en juego la alta literatura. Hemon retrata a su protagonista como un pelele absoluto: su imposibilidad de desarrollar sus guiones y llegar hasta el punto y final es una solvente metáfora de ese peterpanismo que inevitablemente impregna a la literatura masculino de este siglo. Joshua es alguien que no decide: de repente, se deja llevar por el deseo y la lujuria (por mucho que después piense que «La lujuria siempre es mayor que el acto al que conduce, lo mismo que el recuerdo que guardamos de él«)… Y, a partir de ahí, los acontecimientos de su vida se precipitan a la velocidad de un vodevil (o de una buddy movie de fumados de esas que suele practicar Seth Rogen): se ve en medio de un matrimonio bosnio con tendencia a la violencia como modo de solucionar los problemas, a su padre le diagnostican cáncer de próstata, su novia le deja al enterarse de la infidelidad, su hermana inicia un proceso de divorcio y, finalmente, se ve embarcado contra su voluntad en una aventura lisérgica en compañía de su casero drogadicto y ex-militar (además de bastante ambiguo en lo que respecta a su sexualidad) que acaba precipitando a ambos hacia la nada más absoluta.
En manos de cualquier otro autor, Josh Levin se habría convertido en un antihéroe clásico, uno de esos que se mueven lentos bajo el peso infinito de todo lo que arrastran… Aleksandar Hemon, sin embargo, hace malabares en la cuerda floja entre la alta y la baja cultura, disemina la opacidad pesimista del noir existencialista y le pega un meneo usando como herramienta la liviandad de la comedia despendolada. El dualismo es tan profundo que «Cómo Se Hizo La Guerra De Los Zombis» incluso se permite adoptar una estructura de doble novela: los capítulos principales pertenecen a las desventuras de Josh, mientras que entre ellos se intercalan pequeños episodios del único guión que parece estar llevando a buen puerto: «La Guerra De Los Zombis«. Realidad con intermedios de ficción. ¿O es al contrario?
Los dos últimos capítulos de la novela se permiten un juego subversivo que te obliga a preguntarte: ¿y si más que encontrarnos ante la historia de un pobre desgraciado que intenta escribir un guión de entretenimiento escapista nos encontramos más bien ante la historia de un grupo de supervivientes a un apocalipsis zombi que se entretienen con la historia de un pobre desgraciado que se ve envuelto en una trama inicialmente cómica pero que acaba impregnándose del pesimismo inevitable cuando el mundo a tu alrededor se ha ido al garete? Así riza el rizo Hemon en «Cómo Se Hizo La Guerra De Los Zombis«. Sin dar respuestas. Congelando la sonrisa. Dejándote tan perdido como cuando empezaste. [Más información en la web de Libros del Asteroide y en la de Aleksandar Hemon]