«Soundbreaking» es un recorrido por la historia musical desde el estudio de grabación… Y también es la serie documental del año para los fans de la música.
En el tránsito de la primavera al verano pasados y por cortesía del canal Odisea, la serie documental “Soundbreaking” apareció como un buen entretenimiento a la vez que ejercicio didáctico para indagar en la importancia del estudio y de los productores como elementos primordiales en la construcción y evolución de la música grabada durante las últimas ocho décadas. Resumir un intervalo temporal tan amplio entre los bastidores de la historia musical resulta, a priori, una tarea hercúlea.
La obra ha sido auspiciada por el canal PBS (el Servicio Público de Radiodifusión de Estados Unidos, que la estrenará allí el próximo mes de noviembre), co-dirigida por Jeff Dupre y Maro Chermayeff y asesorada por Sir George Martin (junto con su hijo Giles) en su último trabajo antes de su fallecimiento. Y hay que reconocer que consigue condensar en ocho episodios no ordenados cronológicamente, sino divididos en bloques temáticos, los aspectos más relevantes sobre el arte de la modulación del sonido en el universo del pop, el rock, el folk, el rap y la electrónica y sus respectivos antecedentes y derivados.
Inevitablemente, la voz, el legado y la sombra de Martin sobrevuelan parte del metraje. Pero la intervención de una desbordante y rutilante nómina de productores y artistas (totémicos, comerciales y alternativos) intercalada con valiosas imágenes de archivo (muchas de ellas inéditas) se va extendiendo hasta conformar un collage audiovisual que avanza con fluidez -pese a la rapidez con que se salta, en ciertos momentos, de asunto en asunto- y aborda adecuadamente cada tema, aunque a veces carezca de la profundidad necesaria. A través de lecciones pedagógicas, confesiones, recuerdos y anécdotas, “Soundbreaking” relata hechos y detalles ya conocidos por los duchos en la materia y por los espectadores más avezados en la asignatura musical. Pero, a la vez, la serie documental articula una narración esclarecedora que refresca datos y actúa como una ideal puerta de acceso a neófitos interesados en ir más allá de la mera escucha de las composiciones de los autores clásicos protagonistas (según su importancia en cada campo, Pink Floyd, The Rolling Stones, The Who, Jimi Hendrix, Bob Dylan, James Brown, Nile Rodgers, Michael Jackson o David Bowie, entre muchos otros nombres).
Como no podía ser de otra manera, “Soundbreaking” arranca en un período absolutamente esencial en la historia de los estudios de música: finales de la década de los 50 y todos los 60. Es el momento de Sun Records / Elvis Presley, George Martin / The Beatles, Phil Spector y Brian Wilson / The Beach Boys como instigadores de que la cabina de grabación se erigiera en un instrumento más, en un lugar en el que sacar lo máximo a la música y a su intérprete. Un espacio en el que puede hacerse realidad lo imposible. Además de destacar su relevancia histórica, “Soundbreaking” no rehúye presentar los procesos de grabación como un gran truco que empezó por facilitar y enriquecer la tarea del músico (se sitúa, naturalmente, el “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” de The Beatles como Caja de Pandora que abrió el camino a todo lo que vendría más adelante) y acabó por ‘engañar’ al oído del receptor.
Un recorrido desde la aparición del sistema multipista hasta la utilización de la tecnología informática y la actual confluencia de lo analógico y lo digital tanto en producciones de alto presupuesto como en grabaciones domésticas. Una transformación que también afectó al tratamiento de la voz humana, desde su concepción más pura e inmaculada (Frank Sinatra o las divas soul primigenias) hasta el uso y abuso del AutoTune. Pero que también afectó a la propia instrumentación, tomando la electrificación, la amplificación y el surgimiento de los sintetizadores y las cajas de ritmos como elementos que revolucionaron la música.
A medida que se desgranan cada una de esas etapas y sus fases intermedias, se plasma el trabajo multidisciplinar del productor (técnico a la par que psicológico), la manera en que se gestaron canciones y álbumes fundamentales dentro del imaginario musical y el modo en que fueron creciendo y mutando determinados estilos. Con todo, algunos de los segmentos más interesantes del documental llegan cuando, curiosamente, se abandona el estudio y se salta al exterior. Aparece entonces la pista de baile, realizando un excitante viaje que parte del góspel y la Motown, pasa por el funk y la música disco y alcanza el house y la EDM. También el medio visual: no se olvida la importancia y la influencia del videoclip en la forma de hacer y consumir música en tiempos pasados de MTV y presentes de YouTube. Y, especialmente, aparece la calle, donde la cultura rap desemboca en el estallido de la técnica del sampleo que desestabilizó el predominio de los estudios al uso (por cierto, aquí los fans de “The Get Down” podrán discernir entre realidad y ficción mediante las pinceladas sobre los pioneros Grandmaster Flash, Kool Herc y Afrika Bambaataa).
La serie se cierra con una última reflexión en torno a los diferentes soportes de reproducción que, como reflejo de la tecnología disponible y dominante en cada época, también han condicionado el desarrollo de la grabación de los sonidos. De esta forma, «Soundbreaking» certifica su innegable valor como testimonio coral de muchos de los actores clave en la conformación de la música tal como la entendemos en la actualidad.
Su desenlace, sin embargo, se queda suspendido en ese escenario de futuro indefinido en el que nos encontramos a día de hoy y en el que la escucha y la expansión casi infinitas de la música a través de Internet -con el streaming como modelo paradigmático- coincide con la democratización y el abaratamiento de los medios de grabación -en contraposición con la era dorada de los estudios- en una coyuntura en la que, paradójicamente, los veloces avances tecnológicos han propiciado una distorsión de la calidad sonora. Estas nuevas pautas marcan el paso hacia la música del próximo siglo, la que debería prolongar los hallazgos de los anteriores “cien años de música grabada cuyo efecto ha sido cambiar nuestras vidas”, tal como afirma Sir George Martin en el epílogo de “Soundbreaking”. [Más información en la web de «Soundbreaking» en Odisea]