Puede que el título del segundo disco de Fur Voice, «Alegancia», sea una mezcla entre alegría y elegancia… ¿Pero no encontramos también aquí un buen chute de «expoprimentación»?
ALEGANCIA, de Fur Voice. No tengo ni idea de si David Gracia ha escogido el título de su segundo disco como una mezcla entre dos palabras diferentes pero no antitéticas: ¿es «Alegancia» (Mutabor, 2016) una mezcla entre la «alegría» y la «elegancia»? Porque, al fin y al cabo, esa es una de las múltiples lecturas que pueden extraerse de este trabajo que en el seno de sus canciones consigue trenzar la alegría, ese sentimiento que todo lo alborota, con la elegancia, que es de por sí una fuerza que ordena bajo unas estrictas reglas de conducta estética.
Y si puntualizo que desconozco la intención del hombre detrás de Fur Voice es para permitirme a continuación otro binomio, otra extrañas pareja que también parece marcar a fuego esta «Alegancia» que nos ocupa. Hay aquí, sin lugar a dudas, un fuerte componente de «expoprimentación«, que vendría a ser una mezcla entre la música experimental y artie con unas cuadrículas pop sobre las que cualquier canción parece mucho más accesible, más amable, más viciosa en sus escuchas y danzas.
En «Alegancia» hay mucho de las formas musicales poliédricas de Animal Collective, también una evidente referencia a las canciones construidas como loops ascendentes con tendencia hacia lo frenético de Owen Pallett (incluso, si alguien me apura, tendré que reconocer que hay ciertas canciones que me han recordado alegremente a Final Fantasy). También hay en este disco un gusto por la electrónica paisajística pero orgánica de proyectos cercanos como Dotore, e incluso un escorado gusto por la digresión artie que queda más que patente, por ejemplo, en la utilización de sonidos de una instalación de los artistas barceloneses Lolo y Sosaku.
Pero todo esto, a su vez, se teje de forma natural en un tapiz de «expoprimentación» (oye, tengo que amortizar el término, por muy absurdo que parezca) en el que el pop destensa las formas, sopla aire fresco, fuerza un abrir murallas para conseguir más espacio. Cualquiera podrá reconocer el espíritu de los Beach Boys (aunque, si nos ponemos estrictos, ese es un espíritu que podrías reconocer hasta en las canciones para anuncios de televisión). Y, siguiendo con la búsqueda de cercanía, es imposible no establecer paralelismos con El Guincho más primigenio y con toda aquella progenie que se dedicó a acercar la fragmentación polirítimica y electrónica a la pista de baile pura y dura. Porque, escuchadme, por mucho que hayamos estado hablando de experimentación, en «Alegancia» hay baile. Hay mucho baile.
A David Gracia le ha llevado cinco años cerrar su segundo disco… Y, escuchando sus hechuras, sus acabados pulidos, su maestría a la hora de abarcar lo culto y lo popular, lo alto y lo bajo (e incluso el flamenco en el corte final), un lustro parece un lapso de tiempo de más que razonable. Ahora bien, la espera hasta el siguiente álbum se nos puede hacer eterna. [Más info en la web de Fur Voice. Escucha «Alegancia» en Apple Music y en Spotify]
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Caxade, uno de los apellidos básicos para entender la escena gallega, pasa la reválida con “E Isto é o Amor”, un pletórico segundo álbum que demuestra que el amor es la única salida.
E ISTO É O AMOR, de Caxade. Caxade demostraron en su debut en largo, “A Dança dos Moscas” (Discos da Máquina, 2013), que era posible explorar con éxito los márgenes de la fértil escena alternativa de Galicia sin reproducir los estándares genéricos dominantes (indie-pop, rock y electrónica) ni recurrir a referentes externos (tanto españoles como foráneos), sino tirando de la música tradicional gallega para actualizar sus elementos y estructuras.
De esta forma, el proyecto grupal de Alonso Caxade hacía saltar por los aires cualquier etiqueta en la que encuadrar su estilo. Incluso el manido folk-pop, que en sus manos se invierte hacia el autodenominado ‘folp-pok’, dentro del cual se parte de las raíces de la música autóctona galaica para dar forma a un híbrido sonoro clasicista pero contemporáneo en el que se distingue al instante una identidad casi intransferible. De hecho, en la ópera de prima de Caxade resultaba llamativa su plantilla instrumental, en la que sobresalía la presencia de acordeón, trompeta y bombardino perfectamente combinados para adornar ritmos populares y melodías dulces. Aunque también relucían sus versos, costumbristas y críticos a partes iguales, que penetraban con naturalidad en el cerebro.
Uno de los grandes méritos de Caxade en su segundo álbum, “E Isto é o Amor” (Discos da Máquina, 2016), reside en conseguir preservar ese espíritu sonoro y lírico aportando diferentes matices formales que acentúan y renuevan sus particularidades. En ese sentido, la introducción de arreglos de sintetizador lleva un paso más allá el libro de estilo de la banda sin pervertir su esencia pese a que, en parte del repertorio, se difuminan sus contornos folk y se remarca su aspecto pop. Esta ecuación se resuelve satisfactoriamente en el inicio del disco, con “O Homem Bala” y “Mica Ronrom” envolviéndose en fragancias ensoñadoras. Pero Caxade no pretenden dar un giro radical que coja con el pie cambiado a sus oyentes habituales. De ahí que el tema titular, de aire verbenero y preñado de romanticismo, funcione como pivote sobre el que el grupo se apoya para refrescar su sonido original a través de “Nábia” y los vientos atlánticos con aroma a salitre del acordeón de “Sanduicheira”.
Y luego están las letras, el otro factor determinante de “E Isto é o Amor”, que vuelven a balancearse entre las cuestiones del querer desmenuzadas desde una perspectiva inocente y pura y los cantos reivindicativos que ratifican a Alonso Caxade como certero afilador de la realidad (“Independence Day” -pop independiente hasta las últimas consecuencias- o la protestante “O Tojo Prende”) dentro de la función de marionetas que parecen nuestras vidas y en la que sólo puede salvarnos, precisamente, el amor. [Más info en la web de Caxade. Escucha «E Isto é o Amor» en Apple Music y en Spotify]
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El proyecto paralela de Pony Bravo sigue acertando en la diana de los absurdos cotidianos con «Aljarafe», crónica negra de una actualidad que resulta demasiado reconocible.
ALJARAFE, de Fiera. Fiera, el proyecto conducido por Darío del Moral y Pablo Peña, puede definirse como el apéndice que completa las excursiones psicodélicas, ácidas e irónicas de Pony Bravo, su otro grupo. Así que, más que aventura paralela, Fiera es el hermano mellizo de Pony Bravo que decide tomar una dirección sonora distinta, más aguda y potente, sin abandonar su política común de contar verdades a través de una óptica cáustica.
Basta con echar un vistazo a la manera en que el dúo sevillano presenta su segundo álbum, “Aljarafe” (Humo, 2016), y contextualiza el título elegido. He aquí un extracto: “Venga a vivir al Aljarafe. Adquiera un bonito chalet adosado a sólo veinte minutos en coche de Sevilla y cinco de su tienda de muebles favorita. Disfrute de una barbacoa en familia en su propio jardín o pase un divertido día en alguno de sus magníficos centros comerciales. No deje pasar la oportunidad de vivir en un lugar diseñado como un proyecto humano y, tan especial, que incluso ha inspirado el nuevo disco del conjunto nacional Fiera”. Sí, aquellos sueños huecos que se vendían dentro de una burbuja económica que no tardaría demasiado en estallar forman parte obligatoriamente de nuestro imaginario humorístico.
Este punto de partida se conecta directamente con la lírica corrosiva que Fiera vierten sin despilfarrar una gota sobre “Aljarafe” al completo, hasta convertir el álbum en un apropiado retrato de la España actual salpicado de pinceladas sulfúricas cuyo impacto se multiplica gracias a la paleta sonora que Darío y Pablo manejan. Con el post-punk más cavernoso y la electrónica industrial de los 80 como faros guía desde su ópera prima, «Déjese Llevar» (El Rancho, 2010), Fiera se adentran en un decorado oscuro, por momentos opresivo y claustrofóbico, que acaba derivando en un paisaje grotesco en el que asoman la desgraciada vida moderna (“Tan Agustito”), la humanización animal y la deshumanización personal (“César Millán”) y la realidad más cruda e hipócrita que nos rodea (“Mono de Trabajo”). En esta sucesión de instantáneas tan tristes como ciertas retumban bajos afilados, ritmos metronímicos, punzantes desarrollos electrónicos (“Grönö”) y golpes sintéticos quebrados (“Concavo, Converso”), una mezcolanza sónica cubierta de herrumbre que añade otra pica al aún breve pero incandescente catálogo del sello Humo siguiendo la estela de “Aullidos Metálicos” (Humo, 2016) de Fasenuova.
“Aljarafe” es un trabajo propio de nuestro tiempo, indisociable de nuestra negra actualidad e indicado para desatascar tuberías mentales emponzoñadas mientras esperamos a que, al contrario de lo que afirmaba Gil Scott-Heron, la revolución sea televisada. [Más info en el Facebook de Fiera. Escucha «Aljarafe» en Apple Music y en Spotify]
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