Puede que «Mãn» encuentre a su lector ideal en un mercado fasciando por la gastronomía exótica… Pero, cuidado, porque este libro va mucho más allá.
La portada de «Mãn» no miente. La novela de Kim Thúy editada en nuestro país de la mano de Periférica viene coronada por una portada en la que el rojo vivo habitual de los libros de esta editorial se mezcla con todo un conjunto de frutas, verduras, hortalizas y alimentos de los que se desprende un poderoso sentimiento de exotismo. Y, por si la portada no es suficientemente clara, la contraportada se encarga de acabar de poner los puntos sobre las íes al dejar claro que la cocina es mucho más que importante en la novela de Thúy.
Al fin y al cabo, dicen los grandes chefs que la buena cocina es aquella que utiliza el paladar como trampolín hacia los recuerdos de infancia, hacia los sabores y olores que nos sirvieron de educación gastronómica y emocional. Aquellos platos que inmediatamente nos transportan a las faldas de nuestras abuelas. Aquellas preparaciones que desbloquean recuerdos remotos de lugares y vivencias que creíamos enterrados en el olvido… La relación entre cocina y memoria es un binomio básico. Y, por eso, esa misma cocina suele ser una buena herramienta a la hora de abordar aquellos que más aprecian la memoria: los inmigrantes.
La protagonista de «Mãn«, cuyo nombre es a su vez el título de la novela, vive un triple desarraigo / desgarro. Para empezar, su infancia está marcada por el conflicto político de un Vietnam dividido que acabó arrastrándole de un bando a otro y obligándole a perder a su familia en el traumático trayecto. Mãn tuvo varias madres, lo que implica que a la falta de raíces nacionales hay que añadir un segundo desarraigo / desgarro familiar. El triplete se completa cuando la protagonista crece se casa con un estadounidense que la lleva a su país, provocando una tercera ruptura que acabará por convertir a Mãn en un ser en estado de shock.
Todo shock implica, inicialmente, inmovilidad. Parálisis de todo tipo, pero especialmente emocional. Pero ahí es donde «Mãn» empieza a sobresalir: a través de una narrativa especular a través de minúsculos capítulos en forma de pincelada, Kim Thúy embarca a su protagonista en un viaje silencioso y calmo, pero profundamente transformador. Su condición de inmigrante en América hará, inicialmente, que su primer asidero para volver a recomponer su identidad fracturada sea el idioma: «Fue la última vez que Mamá vio a su padre: bajo los durianes, que se llaman “sau rieng” en vietnamita. Hasta aquel día nunca había pensado en el nombre formado por las dos palabras, que significan literalmente “tristezas personales”. Se olvida quizá porque esas tristezas, como su pulpa, están selladas en compartimentos herméticos, bajo un caparazón erizado de espinas«.
Nada de magia, bien poco temperamento, pero mucho realismo en una novela fascinante que te atrapa por el estómago al plantearte una aventura muy similar a cuando cualquier occidental intenta entender a un oriental.
«Mãn» es una novela poderosa en su uso del lenguaje (y, de hecho, ni me puedo imaginar lo impactante que ha de ser leerla en su idioma original, donde seguro que el alcance de sus reflexiones es mucho mayor). Pero también es poderosa en su capacidad mayestática para la descripción sugerente y seductora: la nueva vida de Mãn en EEUU está marcada por la cocina. Allá, su marido le ofrecerá apoyo incondicional a la hora de abrir un local de comida vietnamita que, poco a poco, va creciendo y expandiéndose a la vez que la protagonista también va uniendo los diferentes pedacitos de su identidad con el pegamento de esa memoria recuperada a través de la gastronomía.
El gran retruécano de «Mãn«, sin embargo, es ir mucho más allá de la coartada del paladar. Cuando la vida de la protagonista está encarrilada es precisamente cuando descubre algo que le falta y que, al fin y al cabo, es un pegamento mucho más efectivo a la hora de (volver a) formar la identidad: el amor. Específicamente, el amor en los ojos de quien nos mira y nos ve en nuestra verdadera forma. Un amor fuera del lecho conyugal pero que, sin embargo, se revela como algo mucho más natural: «Quizá tuviese razón finalmente un cliente, Alexandre, estudiante con el corazón roto que un día me había jurado que nunca querría a otro hombre, y que había argumentado su convicción colgando en la cuerda para palabras del escaparate una cita de Roland Barthes: «En mi vida me encuentro millones de cuerpos; de esos millones puedo desear unos centenares de ellos; pero, de esos centenares, sólo amo a uno»«.
Lo más fácil, como siempre que encontramos gastronomía y amor en la literatura, es tirar de la referencia facilona y empezar a hablar de «Como Agua Para Chocolate«. Pero, ojo, porque «Mãn» no tiene nada que ver con la novela de Laura Esquivel… En todo caso, más que de comparaciones podríamos tirar de contraste. Kim Thúy está muy pero que muy lejos de ese realismo mágico y temperamental tan propio de las letras sudamericanas. En todo caso, un alma más aventurera que yo podría aventurarse a afirmar que «Mãn» vendría a ser la «traducción» al vietnamita del idioma de Esquivel: nada de magia, bien poco temperamento, pero mucho realismo en una novela fascinante que te atrapa por el estómago al plantearte una aventura muy similar a cuando cualquier occidental intenta entender a un oriental. Primero, el hermetismo. En el camino, el dolor de los reajustes. Al final, la exuberancia. [Más información en la web de Periférica]