Desde FPM debemos reconocer que Foster The People encabezan nuestras debilidades pop actuales, sobre todo porque a ellos nos rendimos antes de que su nombre comenzase a subir como la espuma en cuanto arrancó el 2011. Sólo hay que volver a echar un ojo a las apuestas del Mid Year Music Report que elaboramos hace casi un año para recordar que los cantos de sirena favorables que rodeaban a esta banda de Los Ángeles se confirmaron por completo. Es más: están alcanzando poco a poco un volumen cada vez mayor. De ahí que aquel anonimato en el que se refugiaban en sus comienzos Mark Foster (voz, guitarra y teclados), Cubbie Fink (bajo y coros), Zach Heiligman (MPC) y Mark Pontius (batería) haya desaparecido a favor de un apoyo mediático que, aunque no se puede considerar exagerado, está alimentando progresivamente el correspondiente hype en torno a su debut, “Torches” (StarTime International / Columbia, 2011).
Esta situación ya la anticipamos en su momento (no era difícil de pronosticar), pero se certificó a medida que el cuarteto fue publicando con parsimonia nuevos temas (“Houdini”, “Helena Beat”) que prolongaban las óptimas vibraciones transmitidas por “Pumped Up Kicks”. Esta canción (¡qué canción!) puso en alerta a los habitantes más avispados del planeta alternativo ante lo que vendría después, con lo que se puede denominar como el auténtico himno del grupo y la clave que le permitió dar el paso adelante hacia la grabación de su esperado estreno en largo. No fue nada extraño, además, que durante el pasado verano, el tema en cuestión formase parte de la banda sonora ideal de mañanas soleadas, tardes calurosas, crepúsculos en la playa y noches de romances adolescentes. Lo curioso es que, dado que se convirtió por derecho propio en el estandarte de “Torches”, volverá a protagonizar pequeñas y perfectas escenas estivales dentro de muy poco, algo que sólo podría igualar el gran Georgie Dann con el rescate (vía anuncio publicitario) de su eterna “La Barbacoa”. Bromas aparte, la realidad dice que Foster The People tienen en su mano revitalizar el pop directo y lustroso (ya sea producido a partir de la electrónica más pulcra o de instrumentos tradicionales) procedente de Estados Unidos. Por eso, muchos relacionan a los angelinos con los primeros MGMT antes de que estos perdieran la cabeza totalmente por la psicodelia peyotera. Razón no les falta, aunque Mark Foster y los suyos se decantan por sumergirse de lleno en un pop más orgánico y coral para empaparse de él hasta la médula y devolverlo en forma de gemas sonoras adictivas y placenteras para el espíritu y los sentidos. Buenas muestras de ello son las antes mencionadas “Houdini” y “Helena Beat”: dechados de melodías certeras, arreglos frescos y optimismo radiante.
“Torches” es un disco que funciona como el buen vino cuando roza los labios: al principio se toma como cualquier otro caldo pero, una vez que se paladea y se pega a la tráquea, se comprueba que su sabor y su poso son únicos. Foster The People trasladan esa metáfora a sus partituras, aportándoles elementos conocidos pero manejados con total naturalidad y soltura: no hay más que fijarse en el piano y las voces coordinadas de “Call It What You Want”, cuya sencilla base se transforma en un ejemplo de prestidigitación vistoso y efectivo. La pasión que el combo de Los Ángeles siente por el mejor pop de toda la vida hace que su LP remita a muchas referencias, a ninguna en concreto o, incluso, a alguna rebuscada en el baúl de los recuerdos. ¿Es posible, entonces, que la introducción de “Color On The Walls (Don’t Stop)” descienda de algún modo de la felicidad juvenil de los Supergrass de los 90? Sí, así lo atestiguan su guitarra impoluta y las inflexiones vocales de Foster y Fink. La otra cara de la moneda, en la que se observa la versatilidad de Foster The People, es aquella en la que los golpes digitales de textura fina y variada se despliegan sin pudor (“Hustling: Life On The Nickel”) o aceleran su paso envueltos en alargadas notas de sintetizador para lograr la apariencia de experimento sonoro que de probatura no tiene nada (“Miss You”).
Queda demostrado: el armazón de “Torches”, asimiladas sus idas y vueltas, sus puntos de fuga y sus matices, se compone de una aleación de pop transparente (aquí no hay lugar para la oscuridad) y electrónica sin aristas (muy diferente a la sosería de Owl City), sublimados en las mellizas y exultantes “Waste” y “I Would Do Anything For You”, ambas con estribillos dulces e irresistibles. El epílogo del álbum, cual sello lacrado que cierra con mimo y secretismo el sobre que guarda un sincera carta de amor y las estampas más bellas que lo describen, llega con “Warrant”, que resume (dándose un aire a la melancolía nórdica de los suecos Kent) las virtudes de “Torches”: vitalidad, sensibilidad y descaro inocente. Estas son las fuerzas que empujan a levantar la vista y dirigir la mirada hacia el sol sin que ciegue. El mismo sol que calienta la arena playera cuyos granos se adhieren a la piel, que suaviza la brisa marina que mece la cara y que ilumina las diez joyas de este álbum. Posiblemente, estas impresiones provengan del hecho de que se huela que la época veraniega está al caer, pero algunos de ustedes notarán que, una vez que se termine, la ópera prima de Foster The People recuperará y perpetuará las mejores imágenes vividas en esos tres brillantes meses durante una buena temporada (o para siempre, quién sabe…) Así, y sólo así, dejan su huella indeleble deliciosos discos como “Torches”.