LOS AÑOS LUZ / Chucho [76%]. El regreso de Chucho exclusivamente en directo hace tres años pedía a ladridos una culminación en forma de nuevo disco. Un deseo que tenía visos de no materializarse dado el buen estado de forma de Fernando Alfaro a solas en “La Vida es Extraña y Rara” (Marxophone, 2011) y “Saint-Malo” (IM Records, 2015), lo que obligaba a preguntarse si de verdad merecía la pena o si el principal implicado quería recuperar la causa la perruna.
A juzgar por el resultado global de “Los Años Luz” (IM Records, 2016), primer disco de Chucho desde el lejano “Koniec” (Sinnamon, 2004), parece que Alfaro estaba presto y dispuesto para ello porque, efectivamente, la tarea tendría recompensa. Aunque, al tratarse de una resurrección grupal, también había que contar con la irrenunciable complicidad de Juan Carlos Rodríguez y Javier Milla para que los característicos engranajes de la maquinaria de Chucho estuviesen perfectamente engrasados.
En ese sentido, se disipa cualquier atisbo de duda: Chucho siguen sonando a Chucho -con ayuda en la producción de Paco Loco-, aunque el oído se empeñe en buscar alguna conexión estilística con el Fernando Alfaro en solitario. Es probable que ese gesto casi inconsciente se deba a la manera en que “Los Años Luz” tira más hacia senderos pop que rock. Con todo, esa inclinación ya se apreció en trabajos clásicos de la banda albaceteña, como “Los Diarios de Petróleo” (Parlophone, 2001), del que aquí se deriva un sonido expansivo que se extiende hacia dos frentes: el puramente pop y el que busca efectos imprevisibles.
Chucho continúan exhibiendo su destreza para cubrir de ácido e implacable costumbrismo sus letras sin artificios innecesarios.
Así, por un lado encontramos ejercicios briosos y con mucho swing como “Esto es un Error” (que convierte la manida sintonía de Thames Television en un aprovechable recurso compositivo), la coral “Oso Bipolar” y la colorista y sixties “Las Chicas del Calendario”. Por otro, se abre la caja de sorpresas mediante la conocida y flamenca-rock “Flores Sobre el Estiércol”, la fronteriza y western “Predicar en el Desierto”, la cuasi rumbera “¡Viva Peret!” y la folkie, sureña y crepuscular “Los Rayos”. Y, en medio, se tiende un puente hacia “Koniec” a través de la desafiante y amenazante “Nadie es Inocente” y, siguiendo su estela, aparece el arrebato más rockero del lote, “Fuego Fatuo”.
Es probable que el colmillo lírico no esté tan afilado como antaño en “Los Años Luz”, pero Chucho continúan exhibiendo su destreza para cubrir de ácido e implacable costumbrismo sus letras sin artificios innecesarios, como sucede en ese retrato juvenil enfocado desde una óptica veterana que es “Un Inmenso Placer” o en la interpretación de la actualidad realizada desde el bando perdedor y cargada de ira y frustración que encapsula “Banderas Negras”, dos ejemplos que relacionan a Chucho con el tiempo presente y los alejan de un pasado en el que parecía se iban a quedar.
Por ello, “Los Años Luz” resitúa a los albaceteños en las posiciones elevadas del actual panorama alternativo patrio y, aunque no iguala los grandes resultados de sus dos trabajos anteriores, es un digno sucesor de ambos. No, esto no ha sido (para nada) un error.
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LET’S GET LOST / Lost Tapes [75%]. En la época en la que mantuvimos una Fast Date el año pasado con Lost Tapes, Pau Roca (La Habitación Roja) y RJ Sinclair (Tokyo Sex Destruction, It’s Not Not) acababan de fichar por Mushroom Pillow y todavía estaban dando forma en el estudio a su álbum de debut, este “Let’s Get Lost” (Mushroom Pillow, 2016). Eso sí, ya habían publicado un buen puñado de canciones agrupadas en varios EPs que perfilaban el gusto del dúo por el indie-pop / shoegaze de míticas discográficas como Postcard o Sarah Records, etiquetas como el C86 y el estilo de totémicas bandas contemporáneas del ramo como The Pains Of Being Pure At Heart.
Lo curioso de su caso es que amalgamaban esas referencias en sus composiciones con tal habilidad y las manejaban con tal personalidad que daba la sensación de que nos encontrábamos ante un nuevo ejemplo de banda anglosajona experta en modelar esos sonidos, idea que se reforzaba por haber publicado algunas de sus piezas en sellos internacionales y haber actuado con frecuencia en Inglaterra y Estados Unidos. Sin embargo, no hacía falta apelar al tan español y caduco discurso de ‘lo extranjero es mejor’ para apreciar las virtudes de Lost Tapes, que en “Let’s Get Lost” adquieren toda su dimensión y rompen el prejuicio de que este proyecto es un simple entretenimiento paralelo a las bandas nodrizas de Roca y Sinclair.
A través de un pop ultra-melódico de gran poder evocador, el dúo construye un corpus sonoro que se muestra como una colección de canciones de textura granulada y algo borrosa…
A través de un pop ultra-melódico de gran poder evocador, el dúo construye un corpus sonoro que se muestra como una colección de canciones de textura granulada y algo borrosa, como si fuesen pensamientos visualizados en la memoria mientras suena de fondo su banda sonora ideal. O dicho de otra manera: en este disco todas las piezas encajan entre sí perfectamente unidas por un hilo sugestivo y emocional, del mismo modo que lo hacían las obras de The Field Mice o Trembling Blue Stars, en las que los sentimientos burbujeaban con intensidad pero no llegaban a desbordar.
Entre las coordenadas de esas dos referencias se mueven las suaves a la par que ágiles “Mexican Flag”, “She’s Over Guitars” y “For Real” (ambas con toques electrónicos a lo Trembling) y “Amanda & Grant” (a su vez homenaje a The Go-Betweens, influencia confesa de Lost Tapes), piezas por las que Bob Wratten daría lo que fuera para que llevasen su firma. Aunque, sin abandonar el indie pop tradicional como brújula, “Let’s Get Lost” también salta hacia el Madchester menos triposo y más amoroso de la escuela The Charlatans / The Farm / James en “Girls”, acentúa la melancolía veraniega que humedece los ojos en pleno atardecer con “Go For The Round” o “Just Let Go” y saca brillo al pop de 24 kilates en la deliciosa “Going Nowhere”.
A medida que se escucha “Let’s Get Lost”, la mente se cubre de nostalgia y la mano va al corazón, inevitablemente, como consecuencia de sus efectos balsámicos.
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MUÉVETE / Pacífico [71%]. Hace año y medio, más o menos, conocimos la existencia de Pacífico a través de la salida de su primera referencia, el homónimo EP “Pacífico” (Terranova, 2014). Sus cuatro canciones bastaban para definir el terreno sonoro que pisaban, un pop rebosante de melodía, con toques surferos, acordes eléctricos cristalinos y coros joviales que se agitaba cual brisa playera.
Aunque, en el fondo, resultaba lógico que Pacífico manejaran una paleta de esas características dada la procedencia de sus miembros: Miguel Rojas (voz y guitarra), de Los Claveles; Oscar Huerta (guitarra y coros), de Papa Topo; Pablo Garrido (bajo), de Kana Kapila; Toni Amaya (teclados), de Jessica & The Fletchers; y Jordi Llobet (batería, había sustituido a Guillem Peeters), de J. Irizar y Sonny And The Sunsets. En cierto modo, se podía afirmar que formaban un súper-grupo dispuesto a dar lustre a su natural y refrescante visión del pop que se extiende -cambio de alineación mediante, con Sònia Montoya (Papa Topo y Jessica And The Fletchers) en lugar de Garrido al bajo- a su álbum de debut, “Muévete” (El Genio Equivocado, 2016).
Con el pop-rock de la escuela ochentera como base primordial, Pacífico refinan su fórmula primigenia limpiando levemente su sonido para hacer honor al título del LP: «Muévete».
Con el pop-rock de la escuela ochentera (tanto de aquí -a partir de bandas que trataban de esquivar el impacto de La Movida- como de fuera -especialmente la a veces olvidada etiqueta C81, derivada del post-punk británico-) como base primordial, Pacífico refinan su fórmula primigenia limpiando levemente su sonido (en ello tendría algo que ver la mezcla y masterización de Sergio Pérez) para hacer honor al título del LP apelando a la premura rítmica e inmediatez melódica. No debería extrañar, por tanto, que la canción inicial sea la titular “Muévete” (con un bajo afilado, guitarras límpidas y una letra de ánimo escapista); y, la final, “Mejor Acelerar” (juvenil, descarada y despreocupada). Toda una declaración de intenciones.
Esa sensación de urgencia se plasma en un repertorio tan breve como vibrante. Un buen ejemplo es la miniatura “El Cielo de Madrid”, con todas las hechuras para que acabase siendo más larga y completa. En cualquier caso, no desentona con el dinamismo de “La Casa del Lago” (que recuerda a grupos contemporáneos extranjeros como los primeros Girls Names tanto por su aspecto como por sus líneas, empapadas de cierto derrotismo y nihilismo), “Rosario”, la instrumental “Buen Pastor” y la primitiva y visceral “El Asesino Dentro de Mí”, que marcan el compás de un conjunto que también ofrece sugerentes desaceleraciones, como el medio tiempo relleno de poético costumbrismo “Cerca del Campo de Batalla”.
Si no quieren buscarle tres pies al pop, en “Muévete” tienen un buen caramelo que llevarse a los oídos.
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