“El Gran Mundo” (Libros del Asteroide) de David Malouf se desarrolla en Australia a lo largo de buena parte del siglo XX. Pero más que centrarse en la Historia en mayúscula, la que se recoge en enciclopedias y libros de texto, se centra en la historia de amistad entre Digger Keen y Vic Curran. De origen humilde, ambos personajes llevan existencias paralelas, su infancia coincide con la gran depresión y la viven en un hogar desestructurado en mayor o menor grado. Luego, sus caminos se cruzan durante la Segunda Guerra Mundial en un campo de prisioneros. Por culpa de sus caracteres opuestos, al principio se rechazan, pero acaban desarrollando una relación incluso más íntima que la amistad, simplemente porque se necesitan para sobrevivir. Terminada la guerra, los dos seguirán con sus vidas totalmente distintas, pero se irán viendo periódicamente y ahondando en una amistad que les permite no sólo conocer al otro sino, sobre todo, conocerse a sí mismos.
La estancia en un campo de prisioneros es la parte central del libro, pero también es el hecho que divide la vida de los protagonistas en un antes y un después. Malouf relata los esfuerzos de los personajes para conservar la humanidad en unas condiciones tan deshumanizadoras y luego describe los intentos para olvidar esta experiencia pero también los intentos de no olvidarla. Es una novela épica, que relata nada más ni nada menos que la épica de la lucha por la supervivencia, pero antes que nada es una novela psicológica. Digger y Vic son dos personajes encerrados en sí mismos pero muy distintos. Vic puede parecer un extrovertido, pero esto no es nada más que una máscara, mientras que Digger puede parecer un introvertido, pero en realidad es capaz de abrirse a los otros una vez se han ganado su confianza. Vic se caracteriza por un orgullo extremo y Digger por una lealtad sin límites. Vic es un hombre de acción, Digger parece que se siente más cómodo en el papel de espectador. Vic es un personaje que nunca quiere darse a conocer tal y como auténticamente es, mientras que Digger parece ávido de encontrar a alguien que le pueda comprender y de comprender a los que le rodean. Se podría decir que son complementarios. En todo caso se trata de dos personajes complejos, con sus contradicciones, que evolucionan al largo de la obra, siempre perfectamente construidos.
Narrada con continuos saltos en el tiempo, magistralmente hilvanados, “El Gran Mundo” es una novela dura pero muy honesta, sin trampas ni maniqueísmos. No es dura solamente porque los dos protagonistas tengan la mala fortuna de caer en un campo de prisioneros sino porque la vida ya de por sí puede ser muy dura y, al final, siempre está la muerte que se lo lleva todo. E incluso en los momentos de felicidad no deja de haber una nota discordante. Por otra parte, además de Digger y Vic también hay una galería de secundarios remarcables, descritos de forma eficaz con unos pocos trazos. No puedo dejar de mencionar a los personajes femeninos, fuertes e independientes a pesar de sus limitaciones, como Jenny, la hermana “simple” de Digger cuyo retraso se puede entender como la desventaja de todas las mujeres de una época respeto a los hombres; o la señora Warrender, que se lamenta de que su padre la conservara entre algodones y le diera una educación tan poco práctica que en un principio le impide desenvolverse en un mundo de hombres; o Iris, que es viuda y saca adelante sola a sus hijos y que a pesar de los palos que le ha dado la vida no ha perdido las ganas de vivir ni la capacidad de ilusionarse o enamorarse. Sin duda, “El Gran Mundo” es una novela que, cuando uno la termina, tiene la sensación que ha presenciado algo grande.
Núria Casademunt