Jenny Offill convierte su «Departamento de Especulaciones» en una manual para afrontar los múltiples fracasos a los que nos conduce la vida moderna.
«Los recuerdos son microscópicos. Partículas diminutas que se agolpan y se dispersan. Gente minúscula, los llamó Edison. Criaturas. Tenía una teoría sobre su origen: se llamaba espacio exterior«… Este puñetazo en el estómago de la conciencia es una de las primeras cosas que el lector encuentra al abrir la lectura de «Departamento de Especulaciones» y, sin dar demasiadas pistas al respecto, resulta que también será la declaración de intenciones que marque el tempo narrativo con el que Jenny Offill abordará su novela de aquí en adelante.
Desde la primera línea, sorprende cómo la autora enfoca su voz narrativa: lejos de largos párrafos que se van sumando para componer una escena global, lo de Offill son más bien cuchilladas en la oscuridad, minúsculas ráfagas de metralla en la guerrilla de la jungla literaria. Lo suyo son pequeños párrafos que muestran una idea fugaz que, más que probablemente, no tengan nada que ver con la anterior ni con la posterior. Es fácil adivinar que la continuidad narrativa no es una de las preocupaciones profundas de Jenny Offill, sino que concibe la novela como un cuadro puntillista que, mirado de cerca, no tiene ningún tipo de sentido. Un cuadro que hace necesario alejarse para descubrir su verdadero significado global.
Ofrecer al lector una visión clara y coherente tampoco es una de las prioridades de la autora… Y en esto, como en muchas otras cosas, resulta inevitable pensar inmediatamente en Renata Adler como el espejo en el que la literatura femenina más contestataria hace varias décadas que se mira. Las primeras páginas de «Departamento de Especulaciones«, de hecho, presentan a un personaje parecido al de la protagonista de «Lancha Rápida» y, de hecho, como en aquel libro, resulta difícil despegarse de la sensación de que nos encontramos ante una autobiografía (aunque, más adelante, encontremos señales una y otra vez que se empeñen en desmentir esta visión).
Offill y Adler son mujeres empoderadas, libres, fuertes y con las ideas claras… Pero el personaje de Offill, sin embargo, no tarda demasiado en caer en las redes del amor, el matrimonio y la maternidad. Lo hace, sin embargo, en sus propios términos: «A mi marido le ha dado por llamarme la Esposa Rarita. Porque cuando decidió dejar de beber, yo le desaconsejé que lo hiciera. Porque una vez le dije que fumando estaba muy sexy. Porque le hago una mamada siempre que quiere, aunque suelo estar demasiado cansada para el sexo. Y también porque siempre le digo que, si quisiera, podría dejar el trabajo, y nos iríamos a vivir a un sitio barato, donde sobreviviríamos con nuestra hija a base de arroz con alubias«.
Offill transforma su libro en un manual para la vida moderna ideal para todas las cándidas almas creativas que se han visto atrapadas por los cantos de sirena del modelo de vida tradicional.
La visión que Jenny Offill ofrece del protagónico femenino se aleja de la autocomplacencia del chick lit, y no se amedranta a la hora de dejar al descubierto todo un conjunto de rasgos personales que la corrección política nos han adocenado a la hora de percibir como negativos: «Mi marido es universalmente conocido por su bondad (…). La gente tiene buenas intenciones: eso es lo que cree. Pero entonces, ¿cómo es posible que se haya casado conmigo? Porque yo odio mucho y con gran facilidad«. Incluso su capacidad para ser una madre coraje que defiende su territorio tiene algo de desafiante: «Si existe el hogar es para meter a cierta gente dentro y dejar fuera a toda la demás. Un hogar tiene un perímetro. Pero a veces los vecinos, los scouts o los testigos de Jehová violaban nuestro perímetro de seguridad. Nunca me gustaba oír el timbre de la puerta. Las personas que me gustaban nunca se presentaban así«.
Pero, aunque «Departamento de Especulaciones» se desprende pronto de la estela de Renata Adler al incurrir en la trampa de la vida tradicional, también es cierto que no tarda en dar un volantazo para electrificar esa vida tradicional por la vía de la infidelidad (de su marido), la pérdida, el afán de recuperación, las heridas que nunca cicatrizarán. La protagonista de Offill, ante el fracaso de su paradigma de vida tradicional, se ve obligada a mirar de frente el resto de fracasos (creativos y artísticos) de su existencia: «Algunas mujeres hacen que parezca facilísimo eso de renunciar a la ambición, como si fuera un abrigo caro que se ha quedado ya demasiado pequeño«. Igual que Offill, la protagonista de la novela publicó una primera y prometedora novela a la que nunca dio continuidad (aunque, en el caso de la autora, finalmente rompió la maldición con este «Departamento de Especulaciones«).
Y, así, ladrillo a ladrillo, golpe a golpe, Offill transforma su libro en un manual para la vida moderna ideal para todas las cándidas almas creativas que se han visto atrapadas por los cantos de sirena del modelo de vida tradicional. Su propio formato, que va trenzando retazos de una historia con citas literarias y poderosos micro-aforismos, hace pensar en una amplísima tradición de libros de enseñanza vital como el «Zaratustra» de Nietzsche (y pido perdón por adelantado por el pajillerismo seguramente injustificado de la referencia). Resulta imposible no sentirse arrastrado hacia las aguas de «Departamento de Especulaciones» para sumergirse en un baño que calma como calman las historias que no te venden una vida perfecta, sino que ponen de relieve las ruinas de ese mismo modelo.
«Lo que dijo Rilke: La obra artística siempre es el resultado de haber estado en peligro, de haber llegado hasta el final en una experiencia, hasta donde ya nadie puede ir más lejos«… Jenny Offill va hasta donde ya nadie puede ir más lejos, vuelve, nos lo explica y, así, nos da las claves para entender nuestra propia derrota. [Más información en la web de Libros del Asteroide y en la de Jenny Offill]