Con motivo del estreno de «Julieta», nos preguntamos: ¿cuáles son las diez películas de Pedro Almodóvar que todo el mundo debería haber visto?
El próximo 8 de abril, «Julieta» se estrenará en nuestras pantallas envuelta de los fastos habituales que suelen acompañar a toda nueva película de Pedro Almodóvar. Algunos pensarán que estos fastos están justificados, otros aprovecharán para recordarle al mundo que (a su entender) el manchego no es para tanto. Lo que no podrá negar nadie es que el director se ha ganado a pulso que cada uno de sus nuevos estrenos se convierta en evento… Incluso después de un traspiés tan serio como el de «Los Amantes Pasajeros«.
Sea como sea, y con un estreno medio envuelto en el misterio, en Fantastic Plastic Mag hemos querido preparar el terreno para el desembarco de «Julieta» poniendo un poco en orden la filmografía de Pedro Almodóvar. No podíamos hacerlo en un momento más adecuado: este será el largo número 20 en la carrera del realizador, así que ya va tocando separar el grano de la paja y dejarlo todo reducido a las diez películas de Almodóvar que absolutamente todo el mundo debería haber visto a día de hoy.
[divider]Tacones Lejanos[/divider]
10. TACONES LEJANOS (1991). De “Tacones Lejanos” recuerdo esencialmente dos cosas: la brasa radiofónica que nos dieron con el tema(zo) “Piensa en Mí” de Luz Casal y, sobre todo, la reacción asombrada de mi abuela cuando vio a Miguel Bosé travestido al grito de “¡Pero si tiene curvas!”. Ambas cosas son anecdóticas, cierto, pero en cierto modo significativas en cuanto a la recepción popular de la película. Sus detalles taparon el bosque de profundidad que albergaba, reduciéndola a la categoría de joya menor almodovariana.
Nada más lejos de la realidad. “Tacones Lejanos”, aun manteniendo el sello del director manchego en el gusto por el detalle irónico y, sobre todo, en la fauna de travestis, presas y lumpen en general que transitan por la obra, se manifiesta como un giro hacia posiciones más transgenéricas. Cierto es que seguimos en el terreno de la comedia/drama (lo de dramedia lo dejamos para los epígonos del moderneo patrio), pero Pedro Almodóvar sabe girar del conflicto familiar a la intriga policiaca sin abandonar en ningún momento la base fundamental donde se sustenta el film.
Hay mucho Hitchcock aquí, mucho jugar con el suspense, el macguffin, el requiebro argumental… También hay dosis de Agatha Christie ciega de LSD y, cómo no, hay mucha autoconsciencia estética, mucha digresión en el plano detalle de las emociones y mucho shock en el emplazamiento de situaciones fuera de lugar. Y, sin embargo, todo ello funciona, porque ante todo, “Tacones Lejanos” ya nace con esa vocación de puzzle melting pot, de enigma sin intención de ser resuelto.
Almodóvar firma una de sus obras más aparentemente ligeras y, al mismo tiempo, rellena de capas y complejidades. Una obra, como decíamos, de tintes superficiales en su capa superior, pero que encierra belleza, desencanto y cataratas enormes de hijoputismo moral. Un trampolín que dejaba paso a un cineasta igualmente reconocible pero más y más ambicioso y depurado. [Alex Pérez Lascort]
[divider]La Flor de mi Secreto[/divider]
9. LA FLOR DE MI SECRETO (1995). Es probable que “La Flor De Mi Secreto” (1995) representara en su día la ruptura más abrupta de Pedro Almodóvar con respecto a su filmografía previa. Con la perspectiva que da el tiempo -esos casi veintiún años que nos separan hoy de su estreno-, el undécimo largometraje del director me sigue pareciendo casi perfecto en sus pretensiones de revitalizar y homenajear el melodrama clásico, en una arrebatadora y arrebatadísima obra que bordea con curiosa habilidad la fina línea que la separa de caer en el ridículo. Y es que, finalmente, “La Flor De Mi Secreto” es una película maravillosa y cursi, maravillosamente cursi, engolada hasta niveles extremos pero extrañamente fascinante.
En ella, Almodóvar construye la que quizás es una de sus cintas más elocuentes en cuanto a composición formal, con esas metáforas no por más obvias menos brillantes y efectivas, como el beso fragmentado en espejos entre Marisa Paredes e Imanol Arias, o ese conflicto de pulsiones y pasiones representadas por los dos colores que constantemente aparecen tanto en la vestimenta como en los espacios que circundan a la protagonista: ese rojo del ansia pura de vivir que intenta hacerse un hueco en el inmenso azul del dolor que todo lo inunda.
En esencia, una de las películas menos populares de Pedro Almodóvar es, en mi opinión, una de las mejores. También una de las más equilibradas, pues tiene la virtud de aligerar de forma brillante el entramado dramático inherente a la historia de amor, lucha y abandono de su antiheroína con los insertos maravillosos de comedia costumbrista en esas escenas de familia protagonizadas por unas tremendas Rossy de Palma y Chus Lampreave.
Quizás “La Flor De Mi Secreto” sea entonces la gran última vuelta de tuerca en la carrera del director a la hora de revelar, sin la menor sutileza y con el mayor entusiasmo, la desnuda fragilidad de la mujer -pero también del hombre- ante la tiranía de unos sentimientos que dejan como testamento esa frase de Bola de Nieve tan presente en esta historia y que tan bien sintetiza el legado emocional de la película: “Si solo queda en mí dolor y vida, ay, amor, no me dejes vivir”. [David Martínez de la Haza]
[divider]La Mala Educación[/divider]
8. LA MALA EDUCACIÓN (2004). Ahora que está tan de moda premiar a películas que de alguna manera retratan los abusos por parte de miembros de la Iglesia, ahora que “Spotlight” (íd., Thomas McCarthy, 2015) se llevó el Oscar, mientras “El Club” (íd., Pablo Larraín, 2015) hacía sus pinitos por otros derroteros bien diferentes, no es mal momento para recordar una de las películas con voz propia de la filmografía de Pedro Almodóvar, “La Mala Educación” (2004), uno de los relatos más brillantes y plumíferos del manchego director.
Un relato en forma escrita es el punto de partida en el que “La Mala Educación” consigue reunir a dos personajes aparentemente separados (a la fuerza) durante su infancia. Dicho relato funciona a la vez como narrador y como vértice en el que confluyen y coexisten realidad y ficción, con una sutileza apenas perceptible. Un relato que sirve además como catalizador y guía hacia una historia acerca de una falsa moral en muchos ámbitos, principalmente el eclesiástico. El filme expone abiertamente los abusos en colegios de curas en la época franquista, pero no sólo de denuncia habla “La Mala Educación”, sino que también flirtea con el thriller o incluso con la pornografía. Una mezcla un tanto histriónica que no podría funcionar tan bien en otras manos que no fueran las de Pedro Almodóvar.
El manierismo que el autor acostumbra a exponer en sus películas funciona aquí no sólo como extensión de la propia alma del director, sino también como estandarte de denuncia, no sólo por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta. Y es que la hechura de los personajes creados por Almodóvar es ya de sobra conocida por todos, pero quizás estemos aquí ante la composición más perfecta de pelucas, rímel e incomodidad de toda la filmografía del director. Si a todo esto le sumamos unas interpretaciones memorables y un Alberto Iglesias que convierte cada escena en un pentagrama tan agónico como tragicómico, es lógico que “La Mala Educación” se haya colado con toda justicia en nuestro particular top pedrista. [Beatriz Muyo]
[divider]¿Qué He Hecho Yo Para Merecer Esto![/divider]
7. ¿QUÉ HE HECHO YO PARA MERECER ESTO! (1984). A Daenerys Targaryen le quitan el reino, el derecho al trono, le matan al marido y su ejército la abandona. A Daenerys no podía pasarle nada peor, salvo que, la muy desgraciada, tiene tres dragones para dominar a todo quisqui.
Un marido maltratador, un niño chapero, un hijo drogadicto y una amiga puta son los elementos a los que se enfrenta una desbordante Carmen Maura que, aunque no tiene tres dragones, tiene un sentido del humor y una visión del mundo que le sirven para dominar todo su entorno.
En una oda a la estética ochentera y con el color de la movida, Pedro Almodóvar nos muestra en “¿Qué He Hecho Yo Para Merecer Esto!” una narración y unos personajes que serán constantes durante el resto de sus obras, aunque bien cabe decir que en pocas ocasiones serán tratados con la genialidad que impregna esta cinta.
Un legado del feminismo enfrentado desde una perspectiva de narración clásica pero terriblemente rompedor para la época. Deslumbrante, como siempre, Verónica Forqué, pero también Jaime Chavarri, y destacable el trabajo de producción de Hervé Hauchel.
Y, claro, un lagarto llamado Dinero rondando por ahí. [Reyes Calvillo]
[/nextpage][nextpage title=»Del 6 al 3″ ] [divider]¡Átame![/divider]6. ¡ÁTAME! (1990). Aún con la resaca de los duros años de la Movida madrileña, y justo cuando España empezaba a adentrarse en los coloridos y globalizados años 90, Pedro Almodóvar estuvo tentado de llamar a su octava película “Toxy-Lady”. Finalmente, dejó de lado este título propio de un cuadro de su antiguo compañero de batallas Fabio McNamara, se dejó llevar por el romanticismo cañí y Victoria Abril terminó suplicando “¡Átame!” a Antonio Banderas.
Esta particular visión del conocido como Síndrome de Estocolmo, narrada con tono dramático, de suspense, haciendo guiños a “Vértigo (De Entre Los Muertos)” (“Vertigo”, Alfred Hitchcock, 1958), en ocasiones en tono de comedia y tonteando con lo erótico, nos muestra tanto las asperezas del amor como su lado más amable y cotidiano. Muestra de ello es la intención del director de rodar una escena en el pueblo abandonado de Granadilla, que consigue ser un oasis de tranquilidad y belleza en medio de todo el caos circundante.
El cineasta coreano Bong Joon-ho dijo en una entrevista que lo máximo a lo que podía aspirar un director es que su obra fuese reconocida como auténtica y personal, y citó al director manchego como un ejemplo de ello. “¡Átame!” puede que sea una de las obras más representativas del universo almodovariano, de su peculiar manera de mostrarnos un mundo que el cine tanto se ha esforzado en machacar y juzgar. Almodóvar no da lecciones de moral ni se esfuerza en trazar una línea entre el bien y el mal, sino que nos enseña la valiosa lección de “no tener otra fe que la piel ni más ley que el deseo”. [Jara Cooper]
[divider]Hable Con Ella[/divider]
5. HABLE CON ELLA (2002). La mente de Benigno, un excepcional Javier Cámara, protagonista de esta película, funciona de una manera especial. Solo hay que verlo en su mirada y en esa forma de expresarse y de entender el mundo que le rodea. La mirada de Pedro Almodóvar en el cine no es menos singular, y en el caso que nos ocupa cobra una dimensión mayor con esta obra arriesgada, profunda y compleja que va más allá de lo que se muestra en pantalla y que está filmada con gran sensibilidad y atención al detalle por parte de su director.
Es elogiable cómo el manchego consigue dotar de muchos matices una historia que contiene en su interior un acto tan perverso hacia la mujer como es una violación. De hecho, logra transformarlo hasta el punto de encontrarnos ante una bella y triste historia de amor. Pero no un amor concreto y/o convencional, sino un amor hacia la figura de la mujer en general, tan importante en el cine de su director, y además contado a través de la amistad entre dos hombres en una cinta protagonizada totalmente por ellos.
“Hable Con Ella” se mueve entre el presente y el pasado, viaja a través de los destinos entrecruzados de sus personajes para tratar temas tan variados como la amistad, la soledad, la incomunicación, la esperanza, la supervivencia, la enfermedad, los prejuicios.. Y también la importancia del arte (cine y música sobre todo) como vehículo para expresar emociones. Aunque al final “solo” se trate de hablar más con ella(s). [Isart Armengol]
[divider]Volver[/divider]
4. VOLVER (2006). “Volver” es para Almodóvar volver a La Mancha, donde el pasado sigue vivo en su propio museo de cera. Esta es una historia de fantasmas en una cultura tradicional en la que la muerte nunca ha sido el final. Una historia de fantasmas reales, fantasmas vivos, fantasmas del pasado que llegan con la fuerza del viento solano a remover el presente de los vivos que viven en aquel pasado al que nunca se podrá volver. El autor reúne aquí sus dos Españas, tierra de contrastes, Madrid y La Mancha. Con aire de nostalgia, incluso viento de nostalgia, los acerca, y sus dos mundos se convierten en uno: las supersticiones y las costumbres guían la trama tanto como las personalidades de sus protagonistas.
Volver a hacer un film sobre mujeres –después de “La Mala Educación” (2004)–, con un guión que falla con premeditación y alevosía el reverse Bechdel test y con un reparto del que es capaz de sacar una de las mejores actuaciones conjuntas femeninas de la década -que se hizo unánime cuando se llevaron un premio conjunto de mejores actrices del año en Cannes-.
Cuatro generaciones de mujeres, su relación con el mundo, pero más que nada la relación entre ellas porque, como dice Lola Dueñas en el film, “los trapos sucios debemos lavarlos entre nosotras”. Volver a hacer una película con Penélope Cruz y Carmen Maura, la primera en el papel de su vida, de ama de casa, donde la inspiración del neorrealismo italiano, con sus Claudias Cardinales y Sofías Lorens, se deja entrever. Una mujer desarraigada de su tierra, una mujer vulgar y una mujer con los pies en la tierra. Esto es coger a la actriz más internacional del momento (2006, cuando Pé estaba en todas las portadas extranjeras por su romance con Matthew McConaughey) y hacer con ella el más vivo retrato de la matriarca española. [Ainhoa Marzol]
[divider]Todo Sobre Mi Madre[/divider]
3. TODO SOBRE MI MADRE (1999). «A Bette Davis, Gena Rowlands, Romy Schneider… A todas las actrices que han hecho de actrices, a todas las mujeres que actúan, a los hombres que actúan y se convierten en mujeres, a todas las personas que quieren ser madres. A mi madre«. Una dedicatoria vale más que mil diálogos y doscientas imágenes, pero estas bellas palabras de Pedro Almodóvar al final de “Todo Sobre Mi Madre” sirven para desmenuzar una de sus más rotundas obras maestras y uno de sus guiones más logrados. Como colofón del melodrama más redondo del genio manchego, un viaje al final de la vía del cambio y un homenaje a las mujeres, a todas ellas. Las que eran, son ahora y serán.
En la intrahistoria de su decimotercera película planean “Un Tranvía Llamado Deseo” -la obra teatral de Tennessee Williams cimentada en dos personajes femeninos fuertes- y “Eva Al Desnudo” (“All About Eve”, Joseph L. Mankiewicz, 1950) -otro texto teatral con mujeres ambiciosas y alegato de la interpretación-. El relato se desencadena con la pérdida del único hombre bondadoso, el hijo de Manuela, y a partir de ahí la película está poblada de mujeres: la madre coraje, la monja jovial, la ególatra actriz, la amante drogadicta, la transexual despampanante y la otra madre, la que es ahora. Los hombres, más relegados que nunca: muertos, desmemoriados o transformados. Posiblemente, “Todo Sobre Mi Madre” sea la película más feminista de Pedro Almodóvar, con esta galería de mujeres independientes, alejadas del patriarcado y para las que las dudas y temores son un reto, no un obstáculo.
Por otro lado, el dolor y la superación de la pérdida son el otro eje argumental de este colorido y conmovedor melodrama. El llanto de una inconmensurable Cecilia Roth hace añicos el corazón del espectador. La reformulación de la secuencia de la donación de órganos deja sin aliento. Un viaje de ida y vuelta al final del túnel (del pasado y del futuro) es la puerta a una segunda oportunidad. Almodóvar aligera la contención dramática mediante las irrupciones de la Agrado (divertidísima Antonia San Juan), una de las mejores secundarias de su filmografía, siempre manteniendo el equilibrio perfecto, sin forzar estridencias. Una exquisita banda sonora de Alberto Iglesias, un reparto sin mácula (Penélope Cruz, Marisa Paredes, Candela Peña) y un elocuente uso de los colores redondean uno de los mejores títulos del oscarizado cineasta. “Todo Sobre Mi Madre” habla de (y deja con) los sentimientos a flor de piel. [Alain Garrido]
[/nextpage][nextpage title=»Del 2 al 1″ ] [divider]La Ley Del Deseo[/divider]2. LA LEY DEL DESEO (1987). Siempre deseamos a quien no nos desea. O, en su defecto, siempre deseamos a aquello que no nos desea… Esa es «La Ley Del Deseo» (además de ley universal más poderosa y jodidamente elocuente que la de Murphy) que actúa de base de grano y cemento sobre la que se erige el film con el que Almodóvar demostró que era mucho más que el micrófono amplificador a través del que la Movida madrileña expresaba sus neuras multicolores y sus parafilias más irreverentes.
«Pepi, Luci, Bom y Otras Chicas del Montón«, «Entre Tinieblas» y, sobre todo, «¿Qué He Hecho Yo Para Mercer Esto!» habían dejado claro que el manchego era una bestia parda de la comedia como esplejo deformante sobre el que mirar una España de los 80 ya lejos de la transición pero todavía a años luz de aquella moderna cultura pop que alimentaba (y emparanoiaba) los sueños lúbricos de la Movida. Y mucho de esta sana práctica del esperpento hay en «La Ley Del Deseo«: puede que la base de la película sea un dramón de intensidad nivel culebrón venezolano, pero ni así Almodóvar es capaz de olvidarse del tono de sainete con el que aborda el mundo del espectáculo en un magistral mise en abyme.
La (mítica) primera escena ya deja a las claras de qué pie va a calzar la película: una voz en off insta a un chaval a toquetearse, a frotar su paquete contra un espejo. Pese a que el chaval se dirige a la cámara, nunca sabemos a quién pertenece la voz… Y, antes de que nos demos cuenta, la gente está saliendo de la sala de cine y alabando lo que acabamos de ver como el último trabajo de Pablo Quintero (Eusebio Poncela), al que acompañaremos a una fiesta post-estreno en la que laten las constantes vitales del Almodóvar que, ya por aquel entonces, España había aprendido a adorar.
Este es el primer juego de espejos (más allá de su mencionada explicitud erótica) de «La Ley del Deseo«. Pero muchos le vendrán detrás para moldear la historia de un director de cine que desea a un hombre que no le desea pero que, a su vez, es deseado por un chico que es incapaz de levantar el mínimo apego emocional en él. Entre medias, la hermana de Pablo, interpretada por una inconmensurable Carmen Maura, deseará una vida (la de mujer y la de actriz) que le es vetada por su condición (de transexual). Juntos, se embarcarán en una huida hacia adelante plagada de escenas memorables (el manguerazo de agua fría sobre una salidorra Maura, la puesta en escena chochi de «La Voz Humana» con una Manuela Velasco pre-púber haciendo playback de «Ne Me Quitte Pas» en su vestido de comunión) que vendrán a demostrar que jugar con la ley del deseo (ajeno) sólo puede acabar por los Cerros de Úbeda.
El juego de espejos final de «La Ley Del Deseo«, sin embargo, es extradiegético: es la trágica ley del deseo en la que Almodóvar desea con todo su fervor ser un director dramático por mucho que el drama no lo desee a él. O que no lo desee, por lo menos, en su estado más puro. Después de este trabajo, el director se embarcaría en una carrera de fondo en la que, cada vez con más insistencia, pondría más peso en la balanza sobre el lado de lo trágico, escamoteándoselo a lo cómico. Muchos son los fans (y los haters) que no se lo han tomado bien… Pero también hay que reconocer que, al fin y al cabo, la ecuanimidad en esta compleja relación nunca ha alcanzado un estado de gracia tan absoluto como en «La Ley Del Deseo». [Raül De Tena]
[divider]Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios[/divider]
1. MUJERES AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS (1988). Jürgen Habermas afirmaba que lo moderno ha de conservar un vínculo secreto con lo clásico para no quedarse en el mero juego de la moda. Y ampliando dicha prescripción, lo moderno llega a convertirse en clásico porque una vez fue auténticamente moderno. O lo que es lo mismo, “Mujeres Al Borde De Un Ataque De Nervios” -en adelante “Mujeres…”- en el seno de la cinematografía española.
Pero si un secreto es algo que dices a otra persona, Pedro Almodóvar mantiene en su film ese carácter de lo moderno a partir de su propia mitomanía, aunque siempre como un espacio de creación compartida con el espectador. No es impenetrable porque su naturaleza es la de ser una declaración de amor. Ya desde su propia génesis, una reelaboración / escenificación del monólogo de Jean Cocteau “La Voz Humana”, que la acaba estrechando íntimamente con su anterior largometraje, “La Ley Del Deseo”, pasando por los títulos de crédito creados por Juan Gatti, inspirados en imágenes de revistas de modas femeninas de los años 50 y 60.
Así, con “Mujeres…” estamos ante una inconfundible evocación de un tipo de comedia americana, estilizada, elegante y chic que se realizaba en los mismos años citados, las cuales solían rodarse en Cinemascope y cuyos escenarios trataban de ser interiores holgados con colores vivos, convenciones que se plasman en el ático de Pepa. No obstante, la diferencia con sus referentes es lo que hace situarle a Almodóvar en la contemporaneidad. El artificio que supone rodar una película en un plató no lo disimula, sino que lo acentúa.
Un área que, a su vez, por la forma en la que se desarrollan las entradas y salidas, recordará a un escenario teatral. Con lo que el enlace al vodevil estará servido. Precisamente, establecer el desasosiego emocional de Pepa en una simulación tan postiza, por medio del contraste, provoca que el espectador sienta de forma más auténtica ese dolor del corazón. Una trayectoria, la de Pepa, que también estará mediada por la cita pero donde esta no solo se limita a su poder enunciador sino que, tal como pasa con “Johnny Guitar”(íd., Nicholas Ray, 1954), actúa como un motor narrativo en la propia trama. Asimismo, al escoger una escena de la película de Nicholas Ray, también está seleccionando para su corpus temático una película que con el paso del tiempo se ha convertido en un celebrada película de culto entre el gusto camp o filogay, por lo que, a su vez, sitúa sus propios nutrientes en una definida línea cinéfila de la que se hace partícipe.
Pero su carácter ampliamente popular remite a su forma de proponer un nuevo modelo de mujer enclavada en la modernidad (española), la cual será capaz de superar las frustraciones que le acarrea su relación con el género masculino, recuperando su autonomía. Para vehicular su discurso nos propone una descripción de un mundo hiperrealista en el que los diálogos de rabiosa y presente contemporaneidad fluyen en un contexto estético y genérico que fagocita múltiples referentes. De entre todos, la presencia de “La Voz Humana” en el largometraje persiste a pesar de la proliferación de personajes, ya que el teléfono ocupa un lugar capital en la articulación dramática de la historia. Pepa está pendiente de que Iván le llame para recoger sus cosas. Además, prácticamente, el personaje de Iván se reduce a una voz desligada de una imagen, una imagen que Pepa debe destruir para emerger como una mujer nueva.
Hoy “Mujeres…” ha sido fetichizada, con la misma aprehensión desesperada en un tiempo de fuera de quicio que le da forma. Como “Johnny Guitar”, “La Ventana Indiscreta” (“Rear Window”, Alfred Hitchcock, 1954) o “Ascensor Para El Cadalso” (“Ascenseur Pour L’Echafaud”, Louis Malle, 1957), la película de Almodóvar forma parte de nuestra identidad. O al menos de alguien que termina los diálogos porque se los sabe de memoria, que jamás se cansa de verla y que la ama tanto como aquel momento en el que descubrió que donde existe el negro también puede vivir una explosión de color. Y ya la vida nunca fue igual. [Manu Argüelles] [/nextpage]