Se cumplen 15 años del mítico concierto que Manic Street Preachers ofrecieron en Cuba… Mucho antes del fin del bloqueo norteamericano.
El anuncio oficial en diciembre de 2014 del fin del bloqueo (desde el lado cubano) o del embargo (desde el punto de vista norteamericano) comercial y financiero ejercido por Estados Unidos sobre Cuba desde 1960 propició que se elucubrase acerca de todas las posibilidades que se presentaban ante las significativas dimensiones de tal noticia. Empezaba a vislumbrarse un futuro sin barreras económicas, sociales, políticas (la reconciliación entre ambos gobiernos ha comenzado con el aterrizaje de Barack Obama en la isla: una visita diplomática por parte de un presidente de la Casa Blanca inédita desde 1928) y culturales.
Dentro de este último apartado, se supone que se apreciará la progresiva penetración de los modelos y productos de la industria cultural occidental, en la que se encuentra, naturalmente, la discográfica y musical, que ya activó el proceso el pasado 6 de marzo con la actuación gratuita de Major Lazer en La Habana ante 400.000 personas. Una cita impensable unos meses atrás y que sugiere que la apertura de Cuba al mundo es imparable, hecho que refrenda el concierto que allí ofrecerán The Rolling Stones el próximo día 25 y que completará un mes de marzo frenético y transcendental en la historia de Cuba.
El desembarco de Mick Jagger y compañía en La Habana se ha elevado como un acto simbólico que representa la entrada del considerado ‘diabólico rock anglosajón occidental’ en el corazón del régimen castrista. Pero esta invasión eléctrica tiene un precedente verdaderamente novedoso en su momento, también anterior al recital de Audioslave allí en 2005: el directo de Manic Street Preachers en el Teatro Karl Marx el 17 de febrero de 2001, uno de los hitos (para sus miembros, quizá el mayor) de la larga trayectoria del grupo galés.
Con el siglo XXI dando todavía sus primeros pasos, Manic Street Preachers venían de triunfar comercialmente con “This Is My Truth Tell Me Yours” (Virgin, 1998), un disco que incluía su definitoria visión crítica de la política y la historia aunque aplicada con un estilo más accesible e incluso edulcorado, prolongando los resultados del también exitoso “Everything Must Go” (Epic, 1996). El pop estaba ganando la partida al rock en el ideario de James Dean Bradfield, Nicky Wire y Sean Moore. Así que el trío necesitaba dar un giro de 180˚ y seguir el rastro de carmín hacia sus raíces auténticamente rockeras (con trazas punk y hard). “Know Your Enemy” (Sony Music, 2001) iba a ser la respuesta a ese desafío.
Con un sonido más crudo y enérgico, el sexto álbum de Manic Street Preachers situaba de nuevo a la banda como un altavoz de soflamas incisivas contra injusticias del pasado y de la actualidad de 2001, como el neo-imperialismo yanqui pre-11S y el caso del niño balsero Elián González, que tensó las ya de por sí tirantes relaciones entre Estados Unidos y Cuba. El tratamiento de este asunto en la canción “Baby Elian” presagiaba de algún modo la presencia de los Manic en Cuba un mes antes de que “Know Your Enemy” viese la luz, del mismo modo que lo había hecho la edición del single previo -no incluido en el LP- “The Masses Against The Classes” (Epic, 2000), con portada ilustrada con la bandera del país (sin su estrella blanca) en un gesto solidario con el pueblo cubano, según las palabras del grupo.
En cuanto se confirmó la celebración de su concierto en La Habana, el acontecimiento se interpretó no sólo como una explosiva y mediática forma de presentar su nuevo trabajo, sino también como una ratificación de que su discurso, de profunda carga ideológica izquierdista, iba muy en serio. En cierta manera, parecía que debían hacer una demostración como aquel legendario gesto de su desaparecido compañero Richey James escribiendo con una cuchilla de afeitar un elocuente “4 real” en su antebrazo.
Como seguidores de la revolución castrista, la ocasión era perfecta. Pero Manic Street Preachers no estaban seguros del buen desarrollo de su aventura caribeña dadas las dificultades logísticas que entrañaba montar un directo de envergadura internacional con los medios y las infraestructuras disponibles en La Habana. Esta, en apariencia, estrambótica iniciativa cuajó gracias a la negociación dirigida por el parlamentario galés y fan de la banda Peter Hain, que tiró de agenda para ganarse el favor del gobierno cubano.
Hay que imaginarse la dificultad de la empresa, teniendo en cuenta que Fidel Castro observaba el rock del oeste como una amenaza para su sistema socialista y la encarnación de los decadentes valores de occidente (no así el pop, simbolizado en la estatua dedicada a John Lennon en el parque habanero que lleva su nombre). Sin embargo, los Manic, conocida su admiración por Cuba debido a su condición de baluarte anti-capitalista y anti-colonialista, lograron suavizar la opinión dominante en un régimen que, eso sí, en 1979 había permitido actuar en la isla a Billy Joel y Kris Kristofferson -entre otros artistas norteamericanos- en un encuentro con músicos locales.
Pero, antes de que pisasen La Habana, habían surgido algunas dudas y críticas desde determinados sectores que pretendían destapar las contradicciones de su visita: ¿cómo podía una banda como la galesa actuar en un país con un gobierno que ponía en duda los derechos humanos y la libertad de expresión? ¿Cuál era su opinión sobre los balseros fallecidos que huían del régimen e intentaban alcanzar la costa estadounidense? ¿Y sobre los disidentes y opositores? ¿Qué pintaba en Cuba un grupo que pertenecía al roster de Sony, corporación transnacional y puramente capitalista?
Al mismo tiempo, se comentaba que Fidel Castro usaría su presencia como excusa para decir al planeta que su país estaba cambiando, pero los Manic aceptaban esa suposición como parte del trato que había facilitado el que para ellos significaba “el mayor honor de sus vidas”. Especialmente porque, en los momentos previos a su salida al escenario del Teatro Karl Marx, el propio Fidel apareció en el backstage para mantener con el grupo una conversación en la que pronunció el famoso “louder than war” -que acabó describiendo la velada y titulando su filmación- entre interrogaciones en respuesta al aviso de Nicky Wire de que el concierto sería muy ruidoso.
https://www.youtube.com/watch?v=ZWSb25oAxNE
Algo que el mandatario comprobó en sus carnes, tan poco habituado a aquella clase de espectáculos, mientras la banda desgranaba “Know Your Enemy” y rescataba clásicos más y menos recientes delante de una gigantesca bandera de Cuba colocada como telón de fondo. Ante una audiencia con curiosidad por vivir un concierto de estas características, los galeses enardecieron a los 5000 asistentes (jóvenes, músicos, funcionarios y militantes en su mayoría que habían entrado mediante invitación) a través de sus politizados latigazos eléctricos y, sobre todo, cuando acentuaban su discurso anti-americano en fases como la interpretación acústica de “Baby Elian”. Al día siguiente, Manic Street Preachers protagonizaron la portada del periódico Granma y visitaron algunos puntos de la isla tratados casi con honores de estado. En ese momento fueron plenamente conscientes de que se habían convertido en el primer grupo rock -con todas las letras- anglosajón que había tocado en Cuba.
Hace quince años, durante varios días de febrero, el gobierno revolucionario cubano se volvió rockero -en una tierra donde el rock ha estado marginado a lo largo de seis décadas- gracias a unos Manic Street Preachers que habían conseguido llevar hasta sus últimas consecuencias sus postulados músico-ideológicos. Nicky Wire resumiría su histórico viaje a Cuba con unas irrebatibles palabras: “Otras bandas conocen a Tony Blair. Nosotros, a Fidel Castro”. [Más información en la web de Manic Street Preachers]