Escuchar a Dotore es como viajar en el espacio más que en el tiempo. Lo más normal para abordar el sonido de cualquier artista es centrarse en los desplazamientos temporales, en los lazos tendidos hacia otros artistas que lanzan sus canciones como ecos del pasado y que, en el caso de Pablo Martínez Sanromá (cerebro detrás de este proyecto en el que le han acabado por acompañar Hävard Enstad e Iñaki Irrisarri), podrían llenarnos la boca de nombres mayores en folks pretéricos, islas albiónicas y raíces desnudas. Pero el verdadero valor de la música contenida dentro de «Los Veranos y Los Días» (Cosas Primo, 2010), el nuevo álbum de Dotore, no está en esas trilladas referencias espaciales, sino en las incandescentes líneas rojas que Martínez Sanromá consigue marcar sobre el mapamundi para unir diferentes lugares del mundo que confluyen hacia un único epicentro: tú mismo. El que escucha. En una canción puedes estar mirando el amanecer sobre el mar desde un isla en el Mediterráneo y, en la siguiente, sientes cómo los granos de arena azotan tu cara con un cosquilleo delicioso. Entre medias, te habrás visto sonriendo en medio de una muchedumbre urbanita oriental e incluso asediado por cierta sensación de vacío en el estómago al contemplar tu pequeñez ante los amplios paisajes yankis… Todo eso cabe en las doce canciones de «Los Veranos y Los Días«.
Será por todo lo dicho que, cuando nos planteamos la posibilidad de pedirle a Pablo que nos recopilara un 9 Songs, lo primero que se nos vino a la cabeza era esa vocación viajera que acaba arrebatando con nuevos matices en cada escucha. Él, sin embargo, tuvo una idea mejor: «Me proponen el título ‘9 canciones que me recuerdan a lugares’ y acabo de darme cuenta de que 9 son exactamente los lugares en los que he vivido fuera de San Sebastián. Estas canciones no son representativas de la música que escucho más a menudo, sino canciones que, por alguna razón, han quedado grabadas en mi memoria como el primer recuerdo musical de esas ciudades. También podría titularse ‘9 canciones. Primer recuerdo musical de 9 ciudades‘». Así sea…
1. FLORIDA. «Seven», de Sunny Day Real Estate. «Febrero de 1997, Altamonte Springs. Voy en coche con mi amiga Clarisa, volvemos del instituto y vamos a mirar discos en una tienda de segunda mano. ¿Qué es eso que suena? Se llaman Sunny Day Real Estate. Tocan un tipo de música que llaman emo. Viene de “emoción”. Pues suena muy bien, es una buena etiqueta, ¿tienes más música de esta? Sí, me han dicho que hay un concierto de un grupo cristiano que hacen emo también esta noche, ¿vamos? Buff, qué pereza…»
2. PARÍS. «Two for the Road», de Henry Mancini. «Marzo de 2001. Llego a París a primeros de mes, llueve, hace frío. Me instalo en la casa que compartiré durante siete meses con otras tres personas pero ninguna de ellas está aquí todavía. Abro la ventana, ha dejado de llover y ha salido el sol. La habitación está en un bajo con vistas a un gran jardín y suena la banda sonora de “Dos en la Carretera”. Intento imaginar cómo será ese parque en verano y tengo la sensación de que será un buen año.»
3. BERLÍN. «La Pénombre des Pays-Bas», de Benjamin Biolay. «Enero de 2004. Llego a Berlín un día de invierno. Estoy en el aeropuerto de Schoenefeld. Recojo mis maletas y me monto en el tren que lleva al centro de la ciudad. Llamo a mi futuro compañero de piso para decirle que ya estoy en camino. Estoy triste, incluso deprimido, ya es de noche y hace mucho frío. Enciendo el disc-man y pongo un CD que no había escuchado nunca. Primera canción: “Billy Bob a Raison”. Segunda canción: “La Pénombre des Pays-Bas» y siento que tengo la piel de gallina.»
4. HAMBURGO. «Introduction / Slim’s Return», de Madlib. «Abril de 2004. Llego a Hamburgo a principios de mes, hace un día precioso para esta época. Subo a mi habitación, dejo las maletas y conozco a mis compañeros de piso. Me presentan a mi vecino del piso de arriba. Es de Bélgica, tiene muchos discos y la habitación llena de láminas de Hopper. Hablamos de hip-hop y de jazz y me dice: “Este es mi disco favorito, llévatelo y a ver qué te parece”. Pongo el disco nada más llegar a mi habitación y pienso que es un gran disco y un buen comienzo de semestre.»
5. FUERTEVENTURA. «Everything You Need», de Adem. «Febrero de 2005. Llevo varias semanas viviendo en la isla y en esta parte del mundo hace un día increíble, como casi todos los días del invierno. Estoy contento, voy en coche por la carretera que sale del pueblo de camino al trabajo, cruzando el malpaís y rodeado de volcanes. Está terminando una canción, sé que la siguiente es mi preferida y subo el volumen a tope. Justo comienza la parte de la carretera que me gusta, una recta de varios kilómetros en bajada que cruza un desierto con un paisaje bastante lunar.»
6. SHANGHAI. «St. Augustine», de Band of Horses. «Mayo de 2006. Estoy en mi piso a las afueras de Shanghai. Llevo meses viviendo en la ciudad y empieza a hacer calor. Acabo de llegar a casa, me tiro en el sofá que tengo delante del ordenador y pongo un disco que me bajé ayer. No se por qué lo hace, pero mi reproductor comienza siempre por la última canción del disco. A los pocos minutos, entra mi novia Jessie. Sin decir nada, pongo de nuevo la canción, “St. Augustine”, se que le va a gustar, y a los pocos segundos me pregunta qué es lo que está sonando.»
7. MADRID. «Make Your Own Kind of Music», de Mama Cass. «Julio de 2006. Madrid en pleno verano. Todavía no tengo apartamento y llego a casa de mis amigos en una de las calles más bonitas de Madrid. Me quedo a dormir y, por la mañana, me despierto con el móvil de Natalia que suena en la habitación del al lado. No la había oído nunca, suena durante mucho rato, me encanta el mensaje y pienso que es una gran canción con la que despertarse. Hace mucho calor pero me vuelvo a dormir enseguida.»
8. BARCELONA. «Misty Roses», de Tim Hardin. «Agosto de 2008. Acabo de llegar a Barcelona, y me he instalado en casa de Urko. Me quedaré unos cuantos meses en este piso. Él ya no vive ahí, pero siguen aún sus discos y sus libros. Hace mucho calor, abro las ventanas, busco en la estantería, Tim Hardin. Me tumbo en el sillón junto a la ventana y me quedo medio dormido. Trato de imaginar cómo será mi vida en Barcelona y me siento feliz por la nueva temporada que me espera en esta ciudad.»
9. SENEGAL. «A mos Bescantadors», de Miguel Poveda. «Febrero de 2010. Llego a Dakar el día 1 y me instalo en mi nueva habitación. Oigo que en casa está nevando, pero aquí en Senegal hace un día precioso. Voy a desayunar a una cafetería de la calle, al volver instalo mis cosas en mi habitación. Desde la ventana se ve el mar. Todavía no estoy bien, pero ahora por fin empiezo a estar ilusionado. Elijo un disco, es “Desglaç” (deshielo), y sólo al rato me doy cuenta de que ha debido ser cosa del subconsciente.»