3. REVISIÓN CLICHÉS. En un festival como el que nos ocupa, los clichés están a la orden del día: los fans de determinados géneros basan su goce, precisamente, en la repetición y perpetuación de unos clichés reconocibles y disfrutables. Nada de darle vueltas a lo previsible ni romper fronteras: la mayor parte de espectadores del cine de terror esperan, evidentemente, una ristra de sustos de librillo. Pero que un alto porcentaje de los visitantes del Festival de Sitges no esperen mucho más de las películas exhibidas no significa que el certamen se apoltrone en esta cómoda posición: secciones como Noves Visions o Seven Chances se muestran abiertamente aficionadas a dejarse llevar por esa tendencia del cine más vanguardista de abordar clichés, revisarlos, darles la vuelta, vulnerarlos, violarlos, deconstruirlos y, al fin y al cabo, jugar con ellos para obtener algo totalmente nuevo.
Incluso secciones más populares del festival se han atrevido con cintas como «The World’s End» (que desmonta de forma muy benevolente ese cine de pequeñas comunidades amenazadas por invasiones externas para cachondearse de muchos tics puramente británicos), «Machete Kills» (donde la acumulación de clichés acaba anulándolos en un festín de desvergonzada diversión) o la muy subyugante «Why Don’t You Play In Hell?» (en la que Sion Sono parece reírse directamente no sólo del meta-cine de bajo presupuesto, sino también de sí mismo, de todo un conjunto de clichés que él mismo ha alimentado en su filmografía). Dos films, sin embargo, son los que han llevado esta revisión de clichés hasta los extremo más arriesgados sin alejarse de las coordenadas programáticas del Sitges más popular.
ESCAPE FROM TOMORROW. La cinta de Randy Moore llegaba a Sitges amparada por el revuelo mundial que está causando el hecho de haber sido rodada en Disney World de forma totalmente alegal. También se ha dicho de «Escape From Tomorrow» que es una película que la Disney ha intentado censurar con mucho ahínco porque la visión que ofrece de su parque temático es muy poco complaciente… Pero, al fin y cabo, resultaría insensato considerar el film de Moore como un ataque contra el gigante de la animación infantil. Más bien todo lo contrario: «Escape From Tomorrow» es una celebración desvergonzada de los mejores clichés que han crecido de forma transgénica en los laboratorios de Disney… pero también un festín de los peores. Aquí, una familia típicamente americana se topa con todo un conjunto de lugares comunes como la princesa raptada, la bruja mala, las ninfas o el príncipe desubicado que no sabe cómo reaccionar ante la situación que se le viene encima. La gracia es que estos clichés típicamente Disney acaban topándose en la película contra sus propios contra-clichés: la princesa raptada es una niña sobre la que pesa una grave sombra de violación, la bruja mala es una vieja loca tremendamente sexual y disfuncional, las ninfas son dos lolitas francesas (que además se pasan todo el metraje silbando una canción que de tan francesa resulta autoconscientemente ridícula) y el príncipe acaba siendo un padre de familia harto de la convencionalidad y que se deja llevar más por su entrepierna que por su corazón. No es que Randy Moore ridiculice los clichés de la Disney: es que los enfrenta contra sus propios anti-clichés para firmar un producto inclasificable e imperfecto (al final desbarra en varios excesos injustificables) que nos viene a hablar de cómo el lado oscuro de los mitos disneyanos han acabado siendo tan cliché como los propios mitos.
COMPUTER CHESS. No hay cliché más peligroso e inestable que el de los geeks… Es este un cliché peligroso e inestable porque una buena parte de la personalidad geek se autodefine a sí misma en reacción contra los clichés más mainstream y reconocibles, sin advertir que esta posición acaba siendo tan cliché como los clichés ante los que reaccionan. Bienvenidos al oxímoron geek por excelencia. Así las cosas, y aunque «Computer Chess» arranca con la esperanza de subvertir los clichés de los geeks fundacionales (todo un conjunto de freaks ochenteros de la informática encerrados en un ruinoso hotel perdido en la nada yanki en el que se celebra una competición de ajedrez entre ordenadores), Andrew Bujalski acaba prefiriendo celebrarlos y revisarlos: más que reírse de ellos, se ríe con ellos (y, en consecuencia, provoca las risas de los más afines y el extrañamiento de los menos geeks). Hay que reconocerle a «Computer Chess» la consecuencia y la coherencia con la que aborda la materia tratada: la forma del film de Bujalski se empapa de los formatos ochenteros (un blanco y negro de bajísimo presupuesto, un montaje de aficionado y unos títulos que se sobreponen a las imágenes emulando los albores de la informática) y de la música de la época (en su retro-gusto más folk), pero también hay que criticarle una autocomplacencia excesiva y, sobre todo, haber desaprovechado un material tan apetitoso (el choque entre los geeks y la convención de autoayuda, por ejemplo) para acabar de redondear su propuesta.