La tentación siempre es la misma: ponerse serios. Parece que todo aquel que se acerca a la música electrónica acaba por sentir la imperiosa necesidad de aniquilar la diversión de la paleta de colores con la que trabaja. ¿Por qué? Está más que claro: igual que en cine no se suele premiar la comedia con galardones sonados, en la música de baile los parabienes de la crítica y las palmaditas en la espalda están en los discos conceptuales, en la música para escuchar lejos de los clubs y en las etiquetas «intelligent» y «progressive«. Pocos son los que han conseguido ser considerados de forma seria enfocando su música hacia la quema de suelas de zapatillas y, los pocos que lo han conseguido (¿LCD Soundsystem? ¿Caribou? ¿Fuck Buttons? ¿Hot Chip?), lo han hecho por la vía de alejar sus composiciones de los patrones más masivos y -supuestamente- «fáciles».
Es ahí donde nace lo valioso de la propuesta de The 2 Bears: la entente cordiale entre Joe Goddard (de Hot Chip, pero también valedor de una carrera en solitario de una dulce finura vintage) y Raff Daddy (dj conocido por liarla bien parda en la noche londinense) no se basa en un «vamos a revolucionar la escena», sino más bien en un «vamos a pasárnoslo fetén» como máxima vital de un proyecto que, en sus inicios, ya dejó bien claro que no había que tomarlos en serio cuando empezaron a aparecer en sus actuaciones y en sus fotos de promo vestidos como dos osos de peluche (lo que tiene más gracia todavía si consideramos que el físico de ambos les hace entrar directamente en la categoría «bear» de la comunidad gay, por mucho que Goddard sea heterosexual hasta la médula).
El hedonismo, sin embargo, suele tener dos problemas básicos. El primero de ellos es que es una práctica preminentemente caótica, que busca el placer aunque lo haga de forma desordenada. El segundo problema es que el hedonismo suele centrarse de forma tan sencilla y simple en el placer por el placer que, al fin y al cabo, acaba por descuidar un «control de calidad» realmente exaustivo. Ambas problemáticas fueron las que hicieron del debut de The 2 Bears, «Be Strong» (Southern Fried, 2012), fuera un disco particularmente fallido: sus primeros singles («Bear Hug«, «Work«) apuntaron maneras, pero el disco al completo era un naufragio con todas las de la ley, una de las experiencias más aburridas y autocomplacientes que se recuerdan por estos lares… Por suerte, si en algo han mejorado Raff y Goddard de cara a su segundo trabajo, «The Night is Young» (Southern Fried, 2014), es precismamente en desarrollar una mayor autocrítica (que eleva el nivel de calidad medio de los temas) y en no ser tan desordenado en su búsqueda del placer.
De hecho, bien podría decirse que «The Night is Young» es un viaje evolutivo por diferentes vertientes del rave house más hedonista. Al principio, la visión de este género es más melosa, con temas descaradamente poperos (la pletórica «Angel (Touch Me)», con otros que se acercan al rollo fumeta ragga y worldmusiquista («Money Man» y «Son of the Sun«), con concesiones al funk de ritmia marcial (ojito con ese single potencial que es «See You«) o con baladas que van desde lo brit pop («Modern Family«) hasta lo drama queen (¿Es «Not This Time» el mejor tema de este año 2014?). Curiosamente, el tramo final de «The Night is Young» contrasta con ese arranque buenrollero a la hora de ponerse más durillo. Pero, ojo, nada de ponerse duro a lo Fuck Bottons: aquí se trata de ponerse duro a la manera facilona del rave pensado para que te pegue un buen subidón de éxtasis, ya sea con los toques tribales a lo Leftfield de «Run Run» o con el bombo phuturista de «My Queen«.
El resultado, no voy a engañar a nadie, no es tan ordenado ni tan homogéneo en calidad global como podría desearse… Repito: no quiero engañar a nadie. Pero precisamente por eso, tendré que reconocer aquí en voz alta que «The Night is Young» tampoco pretende cambiarle la vida a nadie: sólo pretende convertirse en un buen chutazo de buen rollo bailable destinado a noches en los acabas abrazado a desconocidos y en los que acabas robándole el pelucón a la travesti de turno. Evidentemente, pocos son los que admiten en voz alta que esas noches son las mejores de todas. Y, en consecuencia, ¿cuántos se van a atrever a proclamar a los cuatro vientos que escucha este disco de The 2 Bears más que el último de Fuck Buttons? Yo ya lo he dicho todo sin decir nada.